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LA RIÁ

Abril, 1946

ABRIL, 1946

Entre los caprichos del Calendario Lunar, jugando con las fases del satélite de nuestro planeta, se encuentra la delimitación de los días que cada año ocupa en nuestras vidas la Semana Santa.

Dicho esto, en aquel ya lejano año de 1946, del que conmemoramos su septuagésimo quinto aniversario, el domingo siguiente a la plenitud de la luna después del 21 de marzo, nos deparó que la Resurrección cayese el 21 de abril y que, por tanto, la Semana Santa comenzase siete días antes, con el Domingo de Ramos.

La Semana Grande en Orihuela vivía un paréntesis en referencia a la incorporación de nuevos grupos escultóricos, ya que la previsión que se tenía de la llegada de «El Prendimiento» de Coullaut-Valera se supo el día 23 de marzo que el escultor no había podido concluir su trabajo. Sin embargo, sí que culminó el trueque de la imagen de la Samaritana de Antonio Greses por otra de imaginero citado en primer lugar. Con ello se cumplía una de las ilusiones de los jóvenes cofrades samaritanos que, además, ese año estrenaron las capas. Algunas otras cofradías como la del Ecce-Homo mejoraron su patrimonio, que en este caso fue la incorporación de un sillón de madera dorada al fuego para Pilato. Por otro lado, participaron cuatro grupos de clarineros en las cofradías de Cena, los Azotes, el Lavatorio y el Perdón. Este último iniciaba su procesión con una escuadra de nueve soldados romanos a caballo haciendo el despeje.

Nuestras procesiones se anunciaron con un cartel original de «Ramón», seudónimo del cartelista valenciano Rafael Ramón Montesinos, y las procesiones concluyeron en la noche del Viernes Santo, 19 de abril, con el Santo Entierro de Cristo, encabezando el desfile como Caballero Cubierto el médico Ángel García Rogel. Por cierto, que la salida tuvo que retrasarse hasta las nueve de la noche debido a la lluvia.

Es posible que el fenómeno meteorológico fuera un mal presagio, ya que a partir del Domingo de Resurrección y hasta el miércoles siguiente se sufrió en la ciudad y la huerta de Orihuela, una de esas históricas inundaciones que han quedado en el recuerdo.

La inundación asoló a casi quince mil hectáreas, viéndose afectadas además de Orihuela, las poblaciones de Almoradí, Rojales, Benejúzar y Guardamar, desapareciendo totalmente los cultivos. La magnitud fue tal, que por Murcia el río llegó a alcanzar un nivel de 800 metros cúbicos por segundo.

Como siempre la solidaridad hizo acto de presencia y no faltó el servicio prestado para la evacuación de vecinos por parte de tripulantes de lanchas llegadas desde Santa Pola, Torrevieja y Alicante, así como de los bomberos de esta última, los miembros de Auxilio Social y la Guardia Civil del puesto de Orihuela

Desde el primer momento las autoridades oriolanas se pusieron al frente de la situación, encabezados por el alcalde Rafael García Pertusa y el obispo de la Diócesis José García Goldáraz.

El día 26 de abril de 1946, la Comisión Municipal Permanente propuso y así fue aprobado por aclamación por el Pleno celebrado dicho día, el solicitar al ministro de la Gobernación la concesión de la Gran Cruz de Beneficencia a favor del gobernador civil de la Provincia, José María Paternina Iturriagoitia «por su gran celo, generoso sacrificio y abnegado proceder» al haber evitado mayores consecuencias con motivo de la «gran inundación». Por otro lado, el alcalde propuso y fue aceptada por unanimidad, la creación de la Medalla de la Ciudad a fin de «premiar actos heroicos y excelsas virtudes» de aquellas personas que fueran acreedoras de tal distinción. Después de varios días de haberse producido la inundación, en la tarde del 29 de abril procedente de Murcia visitaba Orihuela el Jefe del Estado, para conocer sobre el terreno los daños ocasionados. Fue recibido con un volteo general de campanas de todas las iglesias de la ciudad, y por una multitud que se congregó en la Plaza Nueva, en la que aún se apreciaba la presencia de agua y barro procedentes de la inundación.

Tal día como hoy, 18 de abril, hace 75 años era Jueves Santo y lo que menos se esperaba era que se volviera a cumplir la profecía de San Vicente Ferrer y que el lobo otra vez se comiese a la oveja.

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