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Mutxamel recuerda con dolor el atentado más sangriento de ETA en la provincia 30 años después

Más de 200 personas rinden un sentido homenaje a los tres fallecidos por el coche bomba de 1991 en un acto en el que se inauguró un monumento en su recuerdo cerca del lugar de la explosión

Homenaje a las víctimas del atentado de Mutxamel

Treinta años después, la brutal herida que abrió ETA en Mutxamel sigue abierta. Aquel día la localidad salió del anonimato nacional para convertirse en el primer municipio de la provincia en el que la banda terrorista mataba. Tres personas murieron y una treintena resultaron heridas con un coche bomba que ha quedado grabado a fuego en la memoria colectiva de los mutxameleros y de las localidades vecinas. Fue el atentado de ETA más sangriento en Alicante y este jueves 16 de septiembre, tres décadas después, Mutxamel rindió un sentido homenaje a los policías locales José Luis Jiménez Vargas y Víctor Puertas Viera y al gruista y exguardia civil Francisco Cebrián Cabeza.

 Al mediodía, 30 años y 2 horas y media después de que un coche bomba sacudiera los corazones de los mutxameleros para siempre, la localidad volvió a honrar las memoria de las tres víctimas, con un emotivo acto al que acudieron más de 200 personas y en el que se inauguraron tres monolitos y una placa en su recuerdo, cerca de donde estalló la bomba cuando el coche, aparentemente abandonado, era remolcado desde las inmediaciones de la casa cuartel de la Guardia Civil y del colegio hasta el depósito municipal de vehículo, tras fallar en un primer momento el atentado.  

El alcalde Sebastián Cañadas (PP) fue el primero en intervenir en un acto al que acudieron el presidente de la Diputación, Carlos Mazón, otros primeros ediles de la comarca y representantes del Gobierno central, Generalitat, Guardia Civil, Policía Nacional y AVT. Cañadas recordó que las tres víctimas «solo cometieron el pecado de estar realizando su trabajo habitual», destacando que «el atentado dejó lamentablemente marcado a Mutxamel y a sus gentes para siempre». «Un vacío tan tremendo que dejaron en nuestro pueblo y sobre todo en sus familias» por un «cobarde y cruel atentado».

Varios centenares de personas asistieron a la inauguración del monumento. Rafa Arjones

Anabel Jiménez, hermana de José Luis Jiménez, recordó que «el 16 de septiembre de 1991 está grabado a fuego en cada uno de nosotros. No pasa un día en el que no recordemos esa fecha nefasta, como quebró nuestra vidas para siempre. Perdimos a José Luis, un joven de 28 años, apasionado de la vida», agradeciendo el apoyo de Mutxamel, y destacando que las víctimas «siempre estaréis en nuestra memoria y nuestro corazón». 

Emilia Egea, viuda del gruista Francisco Cebrián, quiso dar las gracias a los asistentes en su nombre y en el de su familia por darles su cariño, y agregó que «no hay nada más que decir. El silencio vale mucho también».

Y Víctor Puertas, sobrino del policía del mismo nombre, afirmó que «hace 30 años que la vida de familia cambió radicalmente por culpa de unos asesinos. Qué necesidad había de causar tanto daños. La respuesta es siempre la misma: ninguna. Nunca nadie podrá justificar tanto horror», recalcando que «hoy estamos construyendo la convivencia. Somos la memoria de los que ya no están, y no hay nada más esencial que la memoria, puesto que sigue para mantener la dignidad de las víctimas, y para transmitir a las nuevas generaciones lo rechazable que es el uso de la violencia para obtener cualquier tipo de fin. El futuro es hoy, y es el momento de no olvidar. Todos somos víctimas de ETA y encarnamos los principios de memoria, verdad, dignidad y justicia, y esos principios no tienen ideología política. La causa de las víctimas del terrorismo está por encima de las ideologías políticas y de los intereses partidistas, y flaco favor hacen a nuestra causa los que busca politizar la memorar y la justicia para sacar rédito electoral. Esta familia no permitirá nunca el olvido». 

 Por su parte el presidente de la Diputación señaló que esta herida «no tiene tamaño, no se hace ni más grande ni más pequeña con el paso del tiempo. Es todo lo grande que puede ser, y ahí sigue». Mazón manifestó que resulta «difícil entender y pensar que los dos bienes más preciados que tenemos en democracia y como seres humanos, que son la vida y la libertad, no fueran compatibles durante un periodo de nuestra historia, porque para defender la libertad, que es nuestro bien cívico más preciado, hemos tenidos que dar vidas, que es nuestro bien humano más preciado». 

El presidente de la Diputación con la viuda del gruista Francisco Cebrián

Gran herida social

El dirigente lamentó que la libertad y la vida durante un tiempo en España, en Alicante, en Mutxamel «no hayan podido ir de la mano. Es la gran contradicción y esa es la gran herida social, más allá de la innegable e incomparable de las víctimas». Y en esta línea, Mazón aseguró que no habrá «ni olvido ni humillación posterior», puesto que la memoria «es fundamental si aprendemos de ella». Por ello, defendió la idea de que no se permita «un relato que cuente una historia que no ocurrió o que lo haga de manera distinta a como sucedió, sino tal y como la vivimos y tal y como nos negamos a olvidar».

Además Paloma Pérez Cortijo, subdirectora general de Apoyo a Víctimas de Terrorismo, como representante del Ministerio del Interior, calificó de «terrible y brutal» el atentado, recordando también a la treintena de heridos, cuatro de ellos graves, que dejó. «Estos actos son importantes porque el recuerdo es fundamental. Una sociedad sin memoria es una sociedad huérfana, donde no hay verdad ni realidad. Cualquier sociedad que quiera progresar tiene que tener en cuenta su pasado», declaró.

Treinta años después del atentado que segó estas tres vidas, Mutxamel dejó claro que no olvida a José Luis, Víctor y Francisco, ni la huella que ETA dejó en sus vecinos.

Un vacío de tres décadas representado por tres esculturas


El alcalde Sebastián Cañadas explicó que el monumento en homenaje a las víctimas es obra del artista local Carles Ripoll, y está compuesto por tres esculturas similares, una por cada una de las víctimas, con un elemento común que es un agujero central cuya finalidad es «poner énfasis en el vacío tan tremendo que dejaron en nuestro pueblo y en sus familias». El monumento se encuentra en la confluencia de la Gran Vía de València con el Passeig de la Constitució, cerca de donde detonó el coche bomba en 1991 que segó la vida de tres personas.

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