Los olmos de las plazas de Gabriel Miró y Santa Teresa tienen más de un siglo de vida y son ejemplares típicos de los jardines románticos de la época. Hace un par de décadas, en los años noventa, fueron sometidos a un proceso para sanear sus troncos por la podredumbre que presentaban en su interior. Más de veinte años después, los árboles centenarios de un porte mayor al habitual, han logrado sobrevivir y siguen formando parte de la arboleda de estos espacios emblemáticos de la ciudad.