Más de 6.000 seguidores del Hércules celebran el ascenso en la Plaza del Ayuntamiento de Alicante

Plantilla y técnicos se dan un baño de masas en el balcón consistorial en acto institucional que llevaba 14 años sin celebrarse

Rubén Torrecilla, Nico Espinosa, Samu Vázquez y Alvarito concentran los mayores halagos en una fiesta que duró más de una hora

El Hércules continúa la fiesta del ascenso en el Ayuntamiento

Alex Domínguez

Pedro Rojas

Pedro Rojas

Bulle la plaza. Lo hace desde más de una hora antes de la llegada del equipo al Ayuntamiento de Alicante. La marea blanquiazul se extiende porque el goteo de gente no cesa. Gritos de «campeones, campeones», ondeo de bufandas. Nadie quiere que los rescoldos de la fiesta se apaguen después de 14 años esperando. Arriba, en el Salón Azul, la corporación municipal en bloque, sin ausencias, espera a los protagonistas, que se han quedado varados en Alfonso El Sabio con su vehículo descapotable.

«Mr. Barceló» (Pablo cuando no trabaja) trata de hacer más llevadera la espera con idéntica pericia a la que emplea desde la megafonía del Rico Pérez los días de partido. El retraso de los «héroes» no mengua ni el ánimo ni los decibelios. Por fin, el autocar descapotable dobla la esquina y enfila hacia la plaza consistorial. Arrecian los cánticos, crecen los aplausos, los «¡Macho Hércules!» traspasan los muros y las ventanas, hasta que el Turibús se detiene delante del pórtico principal y la hinchada, más de 6.000 almas, rinde tributo a sus guerreros. Más de quince minutos de proclamas de animación, de deseos corales de regreso al fútbol profesional, de himnos, el del club y el de Alicante... Desde la azotea del vehículo, jugadores y técnicos graban el momento, se inmortalizan, corean las canciones que les interpelan, las que oyen mientras juegan los domingos. 

Por fin, empujados por el protocolo, bajan uno a uno y suben la escalinata del palacio municipal tras ser recibidos a pie de calle por la primera autoridad. Ceremonia escueta para no fatigar más al grupo, que lleva 48 horas sin apenas tregua emocional. Turnos cortos de palabra. Nadie quiere excederse. Cuesta proyectar la voz porque por los ventanales, bien cerrados, se cuela el griterío que no cesa, que continúa repasando los grandes éxitos de la grada.

Toni Gallego –otrora presidente del Lucentum, luego CEO del Grupo Intercity y ahora edil de Hacienda y Deportes–, abre la ronda de agasajos: «Los que hemos estado vinculados al deporte sabemos muy bien lo difícil que es lo que habéis conseguido, lo mucho que se sufre hasta lograrlo y todo lo que hace falta un ascenso. Esta ciudad nunca olvidará lo que habéis hecho», dijo con mucha empatía.

La afición del Hércules vuleve a demostrar que es de primera división en la recepción del equipo en el Ayuntamiento

Rafa Arjones

Tras él, el capitán, Nico Espinosa, fue breve. «No voy a demorar mucho el momento de disfrutar de la fiesta en el balcón, que es la verdadera. Estoy muy agradecido a todos los que sienten y a todos los que hacen posible este Hércules», apostilló el canterano alicantino.

El presidente le relevó con el micro. El suyo fue un discurso más ceremonial, más medido. Carlos Parodi se acordó de los seguidores que ya no están, «pero nos han ayudado desde el cielo», de Valentín Botella, «que viaja conmigo al fin del mundo para dar aliento al equipo», y de la propiedad, que no estuvo presente en la recepción oficial. «Enrique Ortiz ha estado en más entrenamientos que algunos jugadores», bromeó el presidente blanquiazul.

Más de 6.000 aficionados celebran el ascenso del Hércules en la Plaza del Ayuntamiento

Rafa Arjones

Cerró el acto Luis Barcala, el más ducho de todos en el atril. «El discurso no es el que yo os dé aquí, el discurso está en la calle. ¿Lo oís? Es la afición del Hércules la que os habla. Nos habéis devuelto la alegría de sentirnos herculanos. Alicante está muy orgullosa de vosotros», le dijo al auditorio antes de lanzar un aviso sin ironía: «os ruego que no saltéis en los balcones, no vayamos a dar titulares».

Lo que sobrevino después fue el delirio, la fiebre blanquiazul, más de una hora de orgullo identitario y adhesión a un sentimiento que jamás se extingue. Hablaron casi todos los héroes, pero la grada tiene sus favoritos y ayer lo dejó claro: Rubén Torrecilla, Nico Espinosa, Samu Vázquez, Alvarito y, desde el domingo, Agustín Coscia, el hombre que de un cabezazo devolvió la gloria perdida a una entidad centenaria.

La lista de días inolvidables

El acto municipal sirve para conmemorar que el José Rico Pérez, con cerca de 30.000 espectadores, cerró hace poco más de 24 horas un curso para la historia, uno en el que el recinto mundialista ha terminado viviendo el tercer ascenso de los suyos en sus 50 años de historia. La primera vez que el campo alicantino, inaugurado en 1974, saboreó una fiesta de ascenso fue el de la temporada 1983-84. Esa vez llegó a lo más alto, a Primera División.

El Hércules selló su billete a Primera ante el Castellón (2-0), en la penúltima jornada, con goles de Santi Bakero y Álvarez, solo dos años después de haber puesto fin a su etapa de oro en la máxima categoría.

El chiste de Candelas sobre los alicantinos en la celebración por el ascenso del Hércules

Alex Domínguez

La segunda fiesta por un salto de categoría, en esta ocasión a Segunda, llegó en 2005, cuando el Hércules certificó con un empate ante el Alcalá (1-1), en la vuelta de la final de la fase de ascenso a Segunda, la ventaja lograda una semana antes en Madrid (1-3).

En estos dos precedentes hubo una invasión espontánea del terreno de juego, tal y como ha sucedido ante el Lleida. Desde la inauguración del actual estadio blanquiazul, el club ha logrado otros ascensos, pero todos se materializaron matemáticamente en campos como los de Las Palmas, Badajoz o, el último, el Irún.