Las plantas bajas, un «caramelo» para los inversores de viviendas turísticas en Alicante

Los alojamientos a pie de calle proliferan en las zonas situadas junto al Centro y modifican la configuración de los barrios

Los compradores buscan mayor rentabilidad mientras que los vecinos piden controlar su aumento para evitar especulación 

Una antigua óptica reconvertida en vivienda, junto al Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), en una imagen de esta semana.

Una antigua óptica reconvertida en vivienda, junto al Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), en una imagen de esta semana. / Pilar Cortés

Alejandro J. Fuentes

Alejandro J. Fuentes

Los vecinos de la calle General Pinto, junto al Auditorio de la Diputación, ya no volverán a la óptica que hacía esquina porque ahora es un alojamiento turístico. Tampoco en San Antón, donde en varias vías ya han muerto todos los comercios que existían hace pocos años en planta baja. Misma historia en Benalúa, ya que su proximidad al Centro hace menos rentables los locales que las viviendas. Un fenómeno que se produce incluso en barrios más alejados de las vías principales, como Altozano. También aquí hay locales que han dejado de serlo.

Los espacios comerciales a pie de calle se han convertido en los últimos años en uno de los bienes más preciados de las agencias inmobiliarias: ante la falta de oferta, las plantas bajas se convierten en un «caramelo» para los inversores, que no solo compran a buen precio, sino que adquieren un producto que puden alquilar de forma turística con mayor facilidad que las viviendas de bloques residenciales.

Así lo ve Marifé Esteso, presidenta del colegio de Agentes de la propiedad Inmobiliaria de Alicante: «Es un buen producto para invertir por la falta de viviendas» y que suele obedecer a un mismo perfil inversor. Se trata, principalmente, de personas con profesiones relacionadas con el mercado (arquitectos, abogados...) que buscan una inversión adicional a su fuente de ingresos principal. «Los grandes inversores se decantan más por edificios», apunta Esteso. 

Para Pablo Martí, doctor en Urbanismo, existe una «realidad» respecto a las plantas bajas y es que «el comercio online y las grandes superficies han hecho disminuir enormemente la demanda de pequeños establecimientos», por lo que «está claro que algo hay que hacer con las plantas bajas». Sin embargo, el docente de la Universidad de Alicante sostiene que «un debate muy diferente es si deben destinarse a uso vacacional o de larga temporada, para aumentar la oferta disponible y contribuir a que disminuyan los precios tan elevados que hay ahora mismo en Alicante». En cualquier caso, Martí considera importante un desarrollo planificado de este tipo de espacios, en el que se tengan en cuenta las necesidades particulares de cada zona en función de su afluencia, configuración urbanística y otros criterios como la presencia comercial.

El «sistema actual», que se inclina más por el uso turístico que por el de vivienda habitual, no convence al catedrático de Urbanística José Ramón Navarro Vera: «Lo que estamos viendo es una prolongación más de la problemática del alquiler vacacional». Las consecuencias en los barrios, para Navarro Vera, son principalmente «un aumento de la densidad» de este tipo de productos que «mientras en otras ciudades se apuesta por limitar, aquí en Alicante se busca todo lo contrario: que crezca sin control».

El catedrático incide en que la conversión de locales comerciales en viviendas conlleva «una pérdida de la vida urbana y del comercio de proximidad». Un problema que afecta especialmente a zonas anexas al Centro como Carolinas Bajas o El Pla que son, indica Navarro Vera, «curiosamente entre las que más desahucios presentan».

Carolinas Bajas

Precisamente en Carolinas Bajas, Joaquín Gracia, de la asociación de vecinos del barrio, cree que la conversión de locales comerciales en viviendas se convierte en «un mecanismo especulativo para burlar las normativas» y sostiene que la causa es «la gran demanda de soluciones habitacionales que no está siendo atendida por los poderes públicos». 

Una práctica que está «causando estragos en la vida del barrio» y cuya hoja de ruta es, a juicio de la asociación vecinal, «la turistificación y gentrificación». Algo que trae de la mano «la desaparición del tejido social comunitario y de los existentes y futuros comercios, generando el deterioro de la convivencia y la cohesión social».

Gracia alerta de que Carolinas Bajas se trata de una zona «altamente tensionada debido a su situación geográfica y a la mercantilización de la vivienda, convertida codiciosamente, y sin escrúpulos, en un bien de mercado». El representante vecinal culpa al incremento «sin pudor» del precio de los alquileres y la dificultad para el acceso a la vivienda, además de que se trata de «un negocio que adolece de una regulación normativa más respetuosa y favorable para la ciudadanía».

Benalúa-Alipark

También en Alipark, junto a la estación de Adif, han notado un incremento de este fenómeno. El presidente de la asociación vecinal Diego Rubio asegura haber «observado con preocupación» la transformación de plantas bajas en alojamiento turístico. «Esta tendencia está teniendo un impacto significativo en nuestro vecindario: por un lado conlleva la desaparición de algún comercio local y, por otro, se está alterando la configuración tradicional del barrio, volviéndolo menos agocedor y más impersonal».

Rubio incide en que «afecta a la economía y la diversidad de nuestra comunidad» y en que «las consecuencias para nuestros vecinos son palpables». El aumento de alojamientos turísticos, según el representante de los residentes, «ha traído consigo molestias como ruidos o parques y jardines que se ven perjudicados por los inquilinos de los pisos turísticos que no cuidan y masifican estos espacios». Además, Rubio también destaca «una sensación de inseguridad» que hace que la convivencia «se vea afectada y los residentes se encuentren cada vez más incomodados por esta situación». 

El vecino de Alipark recuerda que «los comercios son a menudo el corazón de un barrio, reflejando su historia y cultura», por lo que su desaparición «puede llevar a una pérdida de identidad y comunidad» además de que «la demanda de alojamientos turísticos está aumentando los precios de la vivienda, lo que dificulta que los residentes locales, y sobre todo los jóvenes y las personas con menos recursos, puedan permitirse vivir en su propio barrio».

Como asociación, Rubio sostiene que es importante «buscar un equilibrio que permita el desarrollo turístico sin sacrificar el bienestar y la identidad de los residentes locales. Esto podría incluir trabajar con el ayuntamiento para regular la conversión de propiedades y asegurar que se mantenga un número suficiente de comercios y servicios para los residentes».

Mercado

En uno de los espacios de la ciudad que todavía se «salva» de este fenómeno, el área del Mercado Central, el presidente de la asociación vecinal de la zona, Jesús Martín-Estudillo, asegura que lo que impide que las calles del Mercado sucumban a la reconversión es la supervivencia del comercio: «En el momento en que se muera el sector y el precio del local baje, se aprovechará para invertirlo en algo que da más dinero», como son las viviendas turísticas. «No ha llegado todavía, aquí lo que hacen las empresas es comprar edificios para dedicarlos no a hoteles, sino a alojamiento en apartamentos, que conlleva más problemas», sostiene.

En cualquier caso, Estudillo argumenta que lo que hace falta en Alicante para subsanar estos conflcitos es «un plan de acción» y, sobre todo, «una versión por parte del Ayuntamiento sobre qué hacer con este sistema cuyo beneficio va directamente hacia grandes empresas que radican en otros lugares y no generan empleo de calidad», en detrimento de los residentes. «La ciudad se está pegando un tiro en el pie permitiendo esto», sentencia.

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