Luis Francisco Esplá: "Si hubiera vivido la Guerra Civil, a mí me habrían fusilado los dos bandos"

A sus 66 años, con una carrera creativa de éxito y una familia numerosa, el maestro Luís Francisco Esplá Mateo, sigue fiel a su espíritu provocador.

El 10 de junio pronunciará el pregón taurino desde el Teatro Principal de Alicante, un nuevo reto artístico que asume con la ilusión de un debutante

Esplá: "Es el momento de sacar a los toros de las catacumbas'"

Rafa Arjones

José Germán Estela

José Germán Estela

En su finca de la localidad alicantina de Relleu, el sonido del viento es la única sintonía de fondo. Sólo los ladridos lejanos y algún pájaro solitario rompen con la rutina del día a día: el silencio. Dicen que Esplá un día se cansó de estar con tanta gente y decidió buscar otra manera de gestionar el éxito. Su vida de artista cada vez es más monacal. Por eso, ser invitado a su casa es todo un privilegio. Aquí es donde dibuja el pintor, donde lee y escribe el escritor y donde a escondidas y cada vez menos, el torero coge un capote y torea al viento, cuando nadie mira. Este es su sitio, aquí el artista crea y el viejo guerrero descansa. Pocas referencias taurinas cuelgan de la pared y los únicos carteles que adornan las blancas estancias son los que él mismo ha pintado. Pero fácilmente te encuentras con obras de Miquel BarcelóJoan Ripollés, Benjamín Palencia o Lorenzo Quinn, porque como él mismo dice, "estar rodeado de arte es el único bálsamo para el alma".

Esplá viene de andar por el campo. Le gusta esta vida. Hay días que a las 5 de la mañana sale simplemente a escuchar. Afirma que cuando el campo está en orden, parece que te habla en tu soledad y te pregunta por ti, por tu vida… el maestro nos recibe con una sonrisa y con una frase: "El reloj del tiempo cada vez tiene menos arena cayendo, por eso ya no puedo permitirme el lujo de perder ni un minuto de mi vida". Esplá se quita el sombrero, se enciende lentamente un cigarro habano y comienza nuestra charla.

El próximo lunes 10 de junio, usted será el pregonero taurino de su ciudad, coincidiendo con el año del centenario del nacimiento de su padre, ¿todo esto junto carga de más emotividad su discurso?

Indudablemente. La referencia a mi padre está más que justificada y hacerlo desde esa tribuna del arte que es el Teatro Principal de Alicante, es algo muy emocionante para mí.

Volverá a reencontrarse con la afición de Alicante y con buena parte de sus representantes sociales y políticos, ¿Cómo le ha tratado su ciudad a lo largo de los años?

Siempre me he llevado bien con Alicante. Yo puedo decir que he recogido ese cariño en la calle, que es donde se cosecha de verdad. Primero que la gente me siga reconociendo físicamente, eso ya es muy meritorio y sobre todo que se acerquen a darte la mano y te digan que les has hecho felices. Eso no tiene precio para un torero. No hay nada que te reconforte más, que una persona agradecida por la emoción que le hiciste sentir un día ya lejano en el tiempo. Eso es conmovedor para mí.

¿Y cómo es la afición de Alicante?

Pues como es la propia vida en Alicante. Somos amigos de lo perecedero, somos muy arabescos, frutales y tenemos cierto aire tropicalista, tal y como muestran nuestras fiestas de Fogueres. Abordamos la vida con felicidad y aunque en ocasiones pueda parecer que lo hacemos de manera insensata, nunca nos olvidamos del niño que llevamos dentro.

Cuando usted toreaba en Alicante, ¿lo pasaba peor que en otras plazas, por aquello de torear en su casa?

Lo vivía con mucha tensión. Piensa que yo siempre he vivido en Alicante y he pisado mucho la calle. Si las cosas no me salían bien ese año, caminaba con un rubor que me duraba toda la temporada, así que imagínate cómo eran esos días. Y por otro lado, si no toreaba en Alicante era como si me amputaran una parte de mi cuerpo. Aquí es donde hundes tus raíces y si te dejan sin raíces eres como un salicor, que va rodando a merced del viento.

"Cuando yo toreaba siempre tenía un instante corto en el que sabía que podía no regresar al hotel, que podía morir esa tarde y eso me hacía sentir profundamente vivo"

Ahora que ya no torea, ¿se ha podido desprender del miedo que siempre acompaña a un torero?

Pues mira, si eres capaz de domesticar al miedo, éste te ayuda a resolver situaciones complejas, porque te pone en un estado de alarma permanente, que te hace estar atento y alerta. El miedo te dilata las pupilas y se hace imprescindible en ciertos momentos. Pero por otro lado, no puedes dejar que te devore. Es como un perro que tienes que llevar contigo pero que nunca se te puede revolver. Pero lamentablemente, ya me he desprendido de ese miedo.

¿Lamentablemente?

Sí, lamentablemente. Trabajar sobre la precariedad de la propia existencia, muchas veces da sentido a la vida. Todo es muy frágil y con ese miedo también valoramos el simple hecho de estar vivos. De esto no he hablado mucho, pero cuando yo toreaba siempre tenía un instante corto en el que sabía que podía no regresar al hotel, que podía morir esa tarde y eso me hacía sentir profundamente vivo. Ahora vivo sedado (risas) soy un puñetero abuelo que vive como si estuviera dopado, sin ese miedo. En aquellos años todo tenía sentido. Pero en eso, los toreros somos ejemplares, porque somos capaces de hacer que el miedo aparezca sólo cuando tiene que estar, somos capaces de educar al miedo para que no nos devore.

¿Usted podía dormir antes de torear?

Siempre. Dormía hasta la hora de vestirme y eso que he tenido muy poquito valor, pero yo tenía educado a mi miedo. Si no es así, ni duermes, ni comes, ni vives…

Yo le he escuchado decir que ya no quiere conocer a más gente, que con la que ya ha visto le basta, ¿esto es así?

(Risas) Sí, es así, porque en la vida también te llevas muchas decepciones. Cuando admiro a alguien procuro mantener ciertas distancias, de hecho, con Morante de la Puebla, con el que tengo amistad, me pasa. Mantengo la distancia para no sentirme decepcionado nunca y seguir siendo su admirador, con la pureza del primer día. Así, si nos encontramos al doblar la esquina, no nos daremos de cabeza.

En esta sociedad de la inmediatez, de la prisa y de ídolos de barro, ¿la tauromaquia cada vez encaja menos?

En un mundo globalizado, la tauromaquia no se puede explicar. Una sociedad que basa su criterio en una docilidad borreguil, esa es una sociedad muy voluble. El ser humano tiene más de 3.000 años de relación con el toro, que sigue estando vigente. Lo más importante del toreo es la muerte, de la que el torero crea un ritual que consagra nuestra relación con el toro. Esto es muy difícil de explicar a una sociedad que no sabe lo que es el esfuerzo o el sacrificio. La tauromaquia nos hace reflexionar en torno a la muerte, que en el toreo se convierte en una epifanía y eso no le interesa a esta sociedad. Cuando equiparas un animal con un ser humano, estamos confundiendo la propia vida, la naturaleza es cruel y muy dura. El problema es que hemos perdido la capacidad de preguntarnos qué queremos realmente.

¿Le preocupa que cierta política nos diga cómo tenemos que vivir?

Absolutamente, porque eso lo hacen las sectas. La cultura es libertad y se nutre de la tradición, la emoción y los pensamientos y nadie debería cuestionarla. Que el ministro de Cultura retire el Premio Nacional de Tauromaquia responde a unos clichés orquestados. Es la misma gente que te dice qué comer, cómo vestir y a dónde ir. El toreo no tiene bandos ni ideologías, el toreo es del pueblo. Yo cada vez estoy más convencido de que si hubiera vivido en la Guerra Civil, me hubieran fusilado los dos bandos (risas). No hay cosa más peligrosa en esta vida que el descubrimiento de la verdad absoluta en el caletre de un ególatra.

"El toreo no tiene bandos ni ideología. El toreo es del pueblo"

¿Habrá en su pregón un poquito de cada una de estas preguntas, un poquito de la esencia de Luis Francisco Esplá?

Inevitablemente. Será un pregón distinto. Habrá música dentro del pregón, habrá tiempo para los recuerdos y alguna sorpresa más. Saldrá de mi corazón, al igual que cada una de mis faenas en el ruedo.

Esplá lo dice esbozando una sonrisa, sólo en ese momento las cicatrices de su rostro quedan tapadas por una luz que sigue brillando en su mirada. Una copa de vino ha sido testigo y el humo de un buen cigarro habano ha medido el tiempo. La ceniza larga y compacta nos indica que ese tiempo se ha acabado. Todo se queda corto, cuando se trata de escuchar toda la sabiduría de un maestro. Será un pregón que vendrá de la mano de un artista único, un torero ilustrado, el último intelectual que se vistió de luces. 

Un pregón taurino en el Teatro Principal

La cita será el próximo lunes 10 de junio, a las 21:00 horas, en el Teatro Principal de Alicante. La asistencia al acto será mediante invitación, que se podrán recoger en las taquillas de la Plaza de Toros, en el Club Taurino y llamando a las Asociaciones culturales Amigos de Nimes y Puerta Grande.