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Alicante, un refugio para los sirios

Exiliados que residen en la provincia narran las dificultades para huir de un país en guerra y los obstáculos que se encuentran al llegar a España

Malak abraza a su pequeña Luna PILAR CORTés

Mohamed escapó de la devastada Siria hace unos meses y emprendió con su mujer y sus tres hijos un periplo guiado por las mafias a través de Egipto, Turquía, Grecia y Hungría. 2.300 dólares por persona les costó un viaje que hicieron a pie, en tren e incluso en balsas hinchables por el Mediterráneo. De ahí emprendieron camino a través del continente europeo hasta llegar a Alicante, donde reside desde hace más de 20 años su primo Abdul. Esta familia forma parte del grupo de refugiados sirios que en los últimos años ha llegado a la provincia escapando de un conflicto que comenzó hace 4 años y que está generando el mayor éxodo de refugiados desde la II Guerra Mundial. Forzados a escapar con lo puesto de su país, estos refugiados piden desde su nueva patria solidaridad al resto de naciones para que acojan a los miles de sirios que cada día continúan huyendo del horror de la guerra.

«Ningún ser humano se merece lo que les está ocurriendo a los sirios. No soporto ver las imágenes en televisión de la gente tratando de subir a los trenes, no puedo ni dormir por las noches», lamenta Khaula, quien llegó hace poco más de un año acompañada de sus dos hijos.

El Gobierno español tampoco está siendo ejemplar a la hora de acoger a los refugiados. «Hay países, como Alemania o Francia, que prestan más ayudas para poder llevar una vida digna, aquí nadie hace nada por nosotros, salvo Cruz Roja, que en algunos casos ha facilitado pisos a compatriotas y ha dado algo de dinero para pagar el alquiler», explica Nadim, un jubilado de 70 años que reside en la ciudad de Alicante con ocho personas más de su familia. Ellos salieron del país prácticamente con lo puesto después de que los bombardeos destruyeran todo lo que poseían y sintiéndose refugiados dentro de la propia Damasco.

La inmensa mayoría de refugiados que llegan a la provincia lo hacen de la mano de familiares que ya vivían aquí previamente, «si no es imposible salir adelante, porque no hay ningún tipo de asistencia. Dependen exclusivamente de nosotros para vestirse, comer y pagar el alquiler», explica Mowaffaq, un empresario sirio que lleva residiendo en la ciudad más de 40 años. Él solo ha traído a 10 familiares, a quienes llegó a tener acogidos en su casa cuatro meses. Asegura que los trámites para sacar a alguien de Siria son largos y complejos, aun tratándose de una cuestión de vida o muerte. «Necesitas presentar una carta de invitación en la comisaría de la Policía Nacional. Te piden que demuestres que tienes sitio en tu casa para acogerles, que tienes recursos suficientes... Entregas todos los papeles, pagas las tasas y cuando los sirios van a la Embajada en Beirut a sacar el visado, y después de haber pagado ellos otra tasa, se lo deniegan y sin visado ninguna compañía aérea te deja salir del país».

Una vez que consiguen entrar legalmente en España a los refugiados se les hace entrega de un documento de protección internacional que tienen que ir renovando cada seis meses pese a que es patente que la guerra no se ha detenido. La conclusión para Mowaffaq es sencilla: «los sirios nos sentimos como bichos por el mundo, no nos quiere nadie».

Pero si salir del horror de las bombas es complicado, subsistir en España no es un camino de rosas debido a la falta de trabajo y al desconocimiento del idioma. «En Damasco trabajaba en una agencia de viajes y aquí no tengo nada. La situación es muy triste, aunque me siento agradecida hacia esta sociedad que me ha acogido», señala Malak, una joven de 24 años que llegó a Alicante embarazada y con sus dos hijos pequeños. Aquí ha nacido su tercera hija, Luna de 9 meses, una preciosa niña de ojos azules, «la refugiada siria más joven de Alicante, bromea Mowaffaq. Este empresario sirio afincado en Alicante ha recorrido fábricas y empresas de la provincia en busca de trabajo para sus compatriotas. Y es que todos los refugiados coinciden en algo. «No estamos acostumbrados a pedir limosna, queremos trabajar», señala Hama, otra de las sirias afincadas en Alicante. Trabajar y regresar cuanto antes a su añorada patria, de la que huir no fue una elección sino una necesidad.

«Las opciones eran salir del país o morir allí por las bombas», afirma Nadim. Por eso les indigna el eco mediático que ha tenido la foto del niño de tres años ahogado en una playa turca. «¿Sabes cuántos niños como ese han muerto en estos cuatro años de guerra?», pregunta Mowaffaq. A su lado, Nadim lamenta que la comunidad internacional mire hacia otro lado. «Quienes han tenido la suerte de no morir bajo las bombas y salir del país están perdiendo la vida en el mar, y el resto de países, callados». Y sobre el papel de España en este drama, opina que «es muy triste que sea el país de la Unión Europea que menos refugiados sirios ha acogido».

Ante este panorama, en los últimos días la comunidad siria que reside desde hace años en Alicante se ha reunido para tratar de crear una red para buscar empleo y ayudar a las personas refugiadas. Previamente, al poco tiempo de estallar la guerra, ya se habían organizado para mandar contenedores de ropa y comida a su asolado país. Y es que, cada familia que ha conseguido escapar tiene aún seres queridos en medio de la guerra. «En Damasco se han quedado dos hijos, sin luz ni agua y con bombas cayendo continuamente a su alrededor, ahora ya es demasiado complicado traerlos», explica Hama. Muchas personas mayores también han optado por no huir, «es su patria y quieren morir ahí», sostiene Mowaffaq.

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