¿Cuáles son las nuevas formas de la segregación de las que va a hablar en su charla?
A día de hoy hay algo paradójico. En la época de la globalización en la que todos estamos al alcance de todo a golpe de clic, se refuerza la segregación. Las vías de segregación son fundamentalmente dos. La primera tiene que ver con la crisis de los ideales, de los grandes nombres del padre, del fin de los grandes discursos. Con la crisis del ideal pasa a primer plano la satisfacción privada. Si el ideal unía, el modo de goce separa. La agrupación tiene que ver por consumir un mismo tipo de goce o producto. Esta primacía de la satisfacción hace que haya agrupaciones.
¿Puede poner un ejemplo?
Por ejemplo compartir la afición por una determinada modalidad deportiva, bajando a niveles más vinculados a lo erótico. A veces también con base en los rasgos de goce erótico y consumo de determinados productos. Por ejemplo, los aficionados al manga, al intercambio de pareja o a la vestimentas. Las tribus urbanas se organizan basándose en este tipo de rasgos.
¿Cuál es la segunda vía de segregación?
La derivada de que vivimos en la sociedad de la evaluación generalizada. Antes la discriminación clásica era por la vía del derecho porque no todos tenían los mismos derechos. Hoy en día el derecho ya no es la vía de la discriminación. Entonces lo hace la evaluación. Hoy en día todo se evalúa y es sometido a criterios de medición estadística, de verificación y de diagnóstico. En el terreno concreto del diagnóstico clínico en salud mental, hace unos años había un rechazo al diagnóstico, se decía que no hay que etiquetar. Si antes la etiqueta se rechazaba ahora se pide. Reivindicar qué es lo que tienes, un diagnóstico, y a veces funciona como una segunda identidad pero al mismo tiempo es segregativo.
¿Cómo encajan los movimientos nacionalistas en todo esto?
En la época de la globalización cada vez hay más muros, tanto materiales, como el que levanta Trump, como inmateriales, que son los que levanta la UE ante las olas de refugiados. Y también se produce un auge de nacionalismos identitarios xenófobos y excluyentes, los movimientos de ultraderecha en Europa. El mismo Brexit, aunque no es equiparable, está en esta lógica.
Una mayor segregación nos lleva a un mayor racismo.
El racismo siempre está incluido en los fenómenos de segregación. Una definición que da el psicoanálisis del racismo es que «es lo intolerable del goce del otro». Es lo insoportable de que el otro no goce según mi tradición, se vista de otra manera, celebre las fiestas de otra manera... En realidad lo más intolerable del otro es lo más íntimo de nosotros, pero una intimidad que no podemos aceptar. El sujeto es un extranjero para nosotros mismos. La intolerancia empieza en uno mismo y se proyecta en el exterior. Las personas más tolerantes son las más reconciliadas con su propio goce. Al ver eso en el exterior surge el odio visceral, porque es una pasión del ser y ese odio es la base del racismo. El otro siempre nos parece exótico, pero se torna en odio si lo tenemos de vecino. Además siempre hay un fenómeno que es pensar que el otro viene a aprovecharse de mí, que goza de más y además a mi costa, que me sustrae mi goce y mis derechos.
¿Y cuál es la razón de que nos identifiquemos cada vez más con grupos más reducidos viviendo por contra en un mundo que cada vez es más global?
Es más bien por el miedo a la diferencia. Por eso aparecen fenómenos de defensa y que pretenden que esa diferencia quede excluida. La globalización ha traído consigo la mezcla y ha hecho aparecer esa diferencia como una amenaza. En realidad es la dificultad de convivir y aceptar que el otro no es como yo. Sin embargo, la diversidad puede ser una fuente de riqueza.