Las vistosa puerta de acceso al almacén de la fábrica de harinas del siglo XIX, situada en la calle Arzobispo Loaces de Alicante, no desaparecerá de su enclave. Los pintorescos pilares rojos y blancos que estos días se están desmontando volverán a su lugar de origen en unos meses, cuando acaben las obras de una promoción urbanística de viviendas de lujo que en unos días comenzará a edificarse.

En marzo de 2018, este diario dio a conocer que un edificio con 12 pisos de 3 dormitorios, con exclusivos áticos con terraza y zonas comunes con chill out, jacuzzi y gimnasio, ponía en riesgo lo que supone, hoy en día, el último vestigio de la arquitectura industrial del Ensanche de la ciudad. El diseño del edificio, a simple vista no contemplaba la supervivencia la portalada, como tampoco estaba garantizado que la Concejalía de Urbanismo obligara a la empresa constructora a respetar la puerta.

Tan solo existía un supuesto «acuerdo de palabra» entre la mercantil y el Ayuntamiento para respetar esta entrada al solar, según aseguraron desde el colectivo Alicante Vivo, un «compromiso verbal» que no vinculaba a nadie, y menos después de tantos cambios al frente de la Concejalía de Urbanismo desde el inicio de este mandato, con tres ediles distintos de tres formaciones políticas diferentes en algo más de tres años.

Pero ahora se ha desvelado que lejos de un acuerdo entre ambas partes, lo que ha predominado en todo este proceso ha sido la iniciativa de la empresa promotora en proteger esta reliquia de un pasado poco conocido de la ciudad de Alicante. El director general de Urbincasa, Francisco Cervantes, ha asegurado que cuando se estaba tramitando la licencia, «nos interesamos por estos pilares, que no tienen ningún tipo de protección pero sí son curiosos». Por este motivo, al «hablarlo con los técnicos municipales, se vio la posibilidad de encajarlos en el proyecto, No nos costaba nada y nos llamaba la atención», afirmó Cervantes.

Museo etnográfico

La primera opción que barajó la empresa fue ceder la portalada a un museo etnográfico, pero «al no existir esa posibilidad-comenta Francisco Cervantes-, lo hemos almacenado nosotros y lo volveremos a colocar cuando finalice la obra». Y así es como ya se han retirado tres tramos de las pilastras bicolor, los dos remates artísticos y, sobre todo, la verja de hierro. Todo estos elementos están conservados en una nave utilizada por la empresa, donde también irán el resto de elementos a conservar, a los que también se les dará un tratamiento de restauración, al estar afectada por grafitis y algún desportillado. El plazo de ejecución de la obra oscila entre 16 y 18 meses, por lo que a finales de 2021 debería estar de nuevo, a la vista del público, la portalada de la harinera alicantina del siglo XIX.

Francisco Cervantes comentó a este diario que el Ayuntamiento de Alicante «ni pidió nada concreto con respecto a estos pilares, no propusieron nada y por eso decidimos nosotros asumir el proyecto de restauración». Para esta empresa, con sede en Cartagena, no es la primera vez que asume una obra de este tipo, ya que en otras promociones situadas dentro de centros urbanos, ya han respetado y salvaguardado comercios y elementos decorativos antiguos, posiblemente con más valor simbólico que real.

A medida que avanzaban los años, en plena época de ampliación urbana e industrial por el llamado Ensanche de Alicante, el viejo molino se convirtió en fábrica de pan en 1902, en una factoría donde, según la prensa de la época, «fue necesaria la inversión de importantes capitales» para «procurar simplificar el trabajo del hombre sustituyéndole por soberbias máquinas».

Año después llegó el Garaje Alcázar, un taller mecánico que funcionó a mediados del siglo XX. En las últimas décadas, los derribos se fueron sucediendo, y desde hace meses, esta manzana está repleta de solares que dentro de unos meses volverán a tener un uso menos industrial y más urbanita.