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Un confinamiento más difícil y especial con los grupos más vulnerables

Las personas con discapacidad y menores en pisos tutelados y los profesionales que trabajan con ellos redoblan esfuerzos para readaptar las rutinas por el covid-19

Usuarios del Centro de Discapacitados Intelectuales El Puente de Aspe, en el piso tutelado, jugando al dominó.

La pandemia del coronavirus ha provocado un confinamiento complicado para la sociedad en general, pero todavía ha sido más difícil y especial para los colectivos más vulnerables y los profesionales que trabajan con ellos. Las personas con discapacidad intelectual o física y los menores que habitualmente viven en pisos tutelados durante todo el año han visto alteradas sus rutinas. Todo ello ha provocado un mayor grado de esfuerzo y entendimiento para adaptarse a esta situación.

Los centros ocupacionales se han visto obligados a cerrar por protección y seguridad, lo que ha obligado a educadores, monitores, psicólogos o fisioterapeutas que están a diario con ellos a redoblar sus esfuerzos para poder atender correctamente a estos grupos de personas que necesitan de una especial atención y que en algunos casos apenas han podido ver a sus familias durante los últimos dos meses.

Tomás López, director del Centro de Día El Puente de Aspe, que trabaja con personas con discapacidad intelectual de la comarca del Vinalopó, reconoce que «al principio fue complicado porque desconocíamos cómo había que afrontar esta nueva situación. Pero conforme ha avanzado la hemos ido regulando. A base de mucho esfuerzo, tanto de los profesionales como de los usuarios, estamos saliendo adelante. El comportamiento y el cumplimiento de las pautas está siendo muy bueno».

El responsable de la Asociación Pro Personas con Discapacidad Intelectual destaca que en este proceso han tenido «una buena coordinación con el Ayuntamiento de Aspe y el Centro de Salud. Entre otras actuaciones nos han hecho las pruebas serológicas, tanto a trabajadores como a los usuarios y esto nos ha tranquilizado y ha ayudado a llevarlo todo mejor».

Tomás López recuerda que «tenemos usuarios que acudían al centro de día y luego se marchaban con sus familias y otros que residen en viviendas tuteladas que están pasando el confinamiento allí». Durante este tiempo han tenido que adaptar las rutinas que cada uno realizaba. «Con los usuarios que están con sus familias hemos puesto en marcha la atención a domicilio, especialmente a los que requieren de atención urgente debido a su situación personal. Se les llama durante la semana y se les facilitan vídeos tutoriales, material educativo y de entretenimiento para que sigan desarrollando sus tareas y no pierdan todas las capacidades adquiridas. Hay algunos con distintos trastornos generalizados del desarrollo (autismo, dificultades con el lenguaje oral, hiperactividad, etc) con los que se ha tenido que realizar una atención personalizada. En algunos casos nos las hemos tenido que ingeniar con el teletrabajo y en otros ha habido que visitarlos, cumpliendo todos los protocolos de seguridad para evitar el peligro de contagio».

El director de El Puente valora positivamente la buena colaboración» de las familias durante todo este tiempo complicado. «Su predisposición es total». Esta personas con discapacidad intelectual han podido hacer salidas durante el confinamiento debido al permiso que estos colectivos poseen desde el primer día del estado de alarma. «Les acompañamos y cumplimos un doble objetivo: por una parte damos un respiro a las familias y por otra mantenemos la referencia habitual con el centro. No se ha dejado en ningún momento el seguimiento y se han mantenido las actividades, tratamientos y rutinas dentro de la normalidad, a pesar de los cambios que se han tenido que realizar», señala.

Apoyo las 24 horas

Con los residentes de las viviendas tuteladas el apoyo «ha sido constante», asegura Tomás López. «Han contado con monitores y educadores durante las 24 horas y han seguido con sus actividades. La comida se prepara en el centro de día y se les lleva. La vivienda la limpian ellos mismos con alguna ayuda de los monitores. Han contado con la asistencia habitual de la fisioterapeuta y la psicóloga, disponen de sesiones de vídeollamada con la familia, han salido a dar algún paseo, pero siempre recalcándoles que lleven medidas de protección como la mascarilla».

Uno de los caballos de batalla de algunas personas usuarias de los servicios es la medicación, algo esencial para su tratamiento. «Cuando alguno no se la ha querido tomar hemos tenido que hablar con ellos a través de los educadores, pero son cosas normales que también se producen durante el año cuando están en el centro», señala el director del Centro de Discapacitados Intelectuales El Puente quien asume que toda esta labor está significando un gran esfuerzo. «Es un trabajo diferente. Estábamos acostumbrados a que vinieran al centro de nueve de la mañana a cinco de la tarde y todo eso ha cambiado de forma radical. Estamos intentando que tengan una atención individualizada, potenciando el apoyo entre las familias y la entidad. Después de más de dos meses ya se van cansando, pero el comportamiento y el funcionamiento está siendo bastante bueno», resalta.

En una situación similar se encuentran los usuarios de las viviendas tuteladas y el Centro Ocupación San Pascual de Ibi, como cuenta su director, Paco Rico. «Nos hemos encontrado con las dos caras de la moneda: unos se han adaptado perfectamente, es más puede que incluso cueste que vuelvan a salir y pierdan el miedo. Pero en otros casos estaban acostumbrados a salir a tomar café, incluso a ir al trabajo y ha costado que asimilen que la rutina ha cambiado de forma repentina».

En su caso asegura que «los educadores y terapeutas han seguido acudiendo a las viviendas sobre todo para garantizar el seguimiento de rutinas y enseñarles a cumplir las nuevas medidas de seguridad e higiene a la hora de prepararse la comida, etc».

Respecto a los usuarios del centro ibense también mantiene «hay tanta diversidad como número de usuarios y familias. Las situaciones de cada uno son cambiantes. De hecho, en algunos casos debido a la imposibilidad de Internet y no tener acceso a las nuevas tecnologías, hemos tenido que apoyarnos en los departamentos de Servicios Sociales de los distintos municipios de la comarca para que imprimieran los trabajos que preparan a diario los monitores y se los entregaran personalmente en sus domicilios. Se han aunado esfuerzos para que sus rutinas se vieran afectadas en el menor grado posible tras el cese de la actividad en el centro».

Niños y adolescentes

Esta pandemia también ha requerido más esfuerzo para los menores tutelados y para los profesionales del Centro de Menores de los Hogares de Acogida Nazaret de Alicante que trabajan con niños y adolescentes de entre 6 y 8 años y cuya función es intentar integrarlos y normalizar su vida diaria. Para ello disponen de cinco pisos tutelados en diferentes barrios de la capital, donde los menores tratan de llevar a cabo sus rutinas con compañeros de colegios e institutos, amigos y vecinos.

La crisis sanitaria del covid-19 ha aumentado la dificultad de esta labor, ya que los jóvenes han tenido que permanecer en los pisos, bajo la lógica supervisión de los profesionales. «El aislamiento desde el primer momento fue radical y hubo que suspender hasta los paseos. No podían recibir visitas de hermanos, familiares ni tener ningún tipo de encuentro, lo que complicaba un poco más su control, aunque el comportamiento está siendo muy bueno», explica Nuria Gabaldón, directora del Centro de Menores de Nazaret de Alicante.

«Ahora contamos con dos educadores por piso para ayudarles a hacer la compra, dar algún paseo, cocinar, limpiar o hacer las tareas que les mandan de colegios e institutos», indica.

Falta de apoyo y doblar turnos

Más problemático ha sido la disponibilidad del material sanitario y el apoyo de las consellerias de Igualdad y Políticas Inclusivas y de la Sanidad, que en ciertos momentos los ha dejado «vendidos». «Durante las primeras semanas hubo problemas con la falta de material. Hace dos semanas sí que ya comenzaron a hacer tests tanto a los menores como a los educadores que tenían algunos síntomas, pero de primeras sí que tuvimos problemas», lamenta Nuria Gabaldón.

El trabajo extraordinario que vienen realizando el Centro de Menores Nazaret también se ha visto dificultado todavía más en algunos momentos por la merma de efectivos debido a las bajas. «La plantilla ha tenido que doblar turnos en muchos momentos porque hay que estar con los nenes al 100% y, aparte, hemos tenido algunas bajas porque enseguida que algún educador siente un poco de fiebre o algún pequeño síntoma de gripe se marcha y está en cuarentena durante 15 días, lo que hace más compleja todavía nuestra labor», comenta.

Ahora viven con la incertidumbre de qué ocurrirá de cara a los próximos meses en los que los niños suelen participar en algunas actividades como las escuelas de verano y también acuden a sus domicilios con sus familias. «De momento, con poder salir a la calle a dar paseos ya se sienten un poco liberados. Están ya un poco cansados porque es mucho tiempo el que llevan confinados. No hay que olvidar que se encuentran en fase de adolescencia y eso complica más la situación. Estar dos meses sin ver a sus familias y amigos es difícil para ellos», concluye Nuria Gabaldón.

Por su parte, el Centro de Atención Temprana Infanta Elena de Onil también ha trabajado en una nueva rutina como indica su directora, Vanesa Reche. «Nuestros 84 usuarios han mostrado un comportamiento ejemplar, desde los bebés hasta los más mayores se han adaptado a este gran cambio con una actitud admirable, al igual que sus familias».

Evitar sobrecargas

En relación al funcionamiento durante este periodo comenta que «hemos realizado más un bien un acompañamiento en el confinamiento pues no hemos querido sobrecargar ni a los niños ni a sus tutores, ya que en muchos casos se han visto desbordados por las tareas enviadas desde los centros educativos».

El contacto virtual y telefónico «han sido la herramientas clave al igual que en el resto de centros», aunque como explica Reche «en el caso de los menores con necesidades sobre todo de ejercicio y movilidad los profesionales han tenido que acudir a los domicilios para que el confinamiento no les afecte ni signifique un retroceso».

Una vuelta marcada por el aprendizaje de nuevos hábitos en materia sanitaria

Los centros preparan sus instalaciones con nueva señalización y cartelería para reiniciar su actividad presencial

La «nueva realidad» también afectará a los centros de discapacitados, centros de menores y pisos tutelados. Ante la entrada esta emana en la fase 2 del estado de alarma en algunas comarcas, algunos preparan ya la vuelta de sus usuarios y hacen hincapié en la desinfección de sus instalaciones y en la instalación de gráficos y señalización para el entendimiento de las nuevas premisas de higiene y distanciamiento social con las que los usuarios deberán convivir a su regreso.

Como explica Paco Rico, director del Centro Ocupacional San Pascual de Ibi, «para retomar la actividad presencial lo primero que hemos hecho ha sido realizar un sondeo de qué familias y usuarios quieren volver al centro. Tenemos un 50% que sí que van a volver y otro 50% que no. Es por ello que en un principio vamos a trabajar con la vuelta de esos 27 usuarios que van a regresar y continuaremos trabajando a distancia con el resto. En la mayoría es miedo y deben asimilar la nueva situación, en ningún momento forzarlos, ya que puede ser completamente contraproducente».

En relación a las instalaciones puntualiza que «ya estamos instalando carteles y señales, sobre todo en el suelo para marcar las distancias de seguridad y que sepan dónde y como se pueden colocar. Al principio les va a costar, pero también estamos seguros que van a aprender rápido».

Matiza que «en algunos casos en las videollamadas que se realizan con los usuarios ya les hemos mostrado algunas imágenes del centro para ver cómo reaccionan, eso nos da una percepción inicial de cómo les puede afectar. Hemos encontrado de todo, desde usuarios que lo ven fácil hasta algunos que se han agobiado y han manifestado un poco de inseguridad, pero estamos seguros que es cuestión de ponerse a rodar».

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