A expensas de que el tribunal que está juzgando presuntas corruptelas en la revisión del planeamiento de Alicante decida qué valor da a las 70.000 escuchas que son la base de este proceso, nadie duda a estas alturas de que están sirviendo, cuanto menos, para dibujar el escenario en que se movió la política municipal durante casi dos décadas, las que sumaron al frente de la Alcaldía los populares Luis Díaz Alperi y Sonia Castedo. Políticos, el primero mentor de la segunda, que con el devenir de los años se acabaron convirtiendo en enemigos por mor del control de la joya de la corona: el Urbanismo. «Sonia me odia a muerte (...) si yo me muriera lloraría pero se quitaría un peso acojonante (...) lo mejor que podemos hacer es no darle a entender lo que sabemos», le suelta Alperi a Enrique Ortiz en el marco de una conversación más propia de compinches que del que entonces era el principal contratista municipal y un exalcalde. Alperi ya había dimitido y se sentía coartado por su pupila en unas atribuciones que él creía propias pero de las que ella ya había tomado las riendas. «¿Qué coño le pasa a Luis?», le inquiere por su parte Castedo al promotor en ese mismo tono de compadreo. Un grado de familiaridad que llega al punto de que Ortiz le pregunte a la que en esos momentos era la primera edil a qué isla quiere ir para pasar unos días de vacaciones en su yate. «¿Qué prefieres, Ibiza o Palma?» «Sin ningún problema, porque no conocemos nada», le responde ella para acto seguido interesarse sobre si el promotor va a estar también esos días en el barco. «Si me lo pides mucho...», le suelta entre taimado y socarrón. Ayer ambos, Ortiz y Castedo, escucharon sus propias escuchas (Alperi lleva semanas sin aparecer y la exregidora se ha librado los dos primeros días) y hubo ratos en que hasta sonreían aunque al tribunal, a juzgar por sus caras, no parecía hacerle tanta gracia.