Esta mañana, de camino al periódico, caminando por aquello de bajar el colesterol, me he cruzado una buena parte de la ciudad de Alicante, del conjunto de calles que separan la zona de Vistahermosa del barrio de San Blas. Padre Esplá, cuesta de las Cigarreras con su parque de la Pipa, Calderón, Mercado Central, Quintana, plaza General Mancha, Soto Ameno y, por último Doctor Rico. Un recorrido que intento hacer a menudo y que hasta hoy, a la misma, hora, bien temprano, derrochaba bullicio y actividad a cualquier hora del día.

Hoy, pese a que había mercadillo en San Mateo, no. Hoy, primer día del cierre completo de la hostelería, Alicante ha amanecido triste. Solo un puñado de hosteleros valientes, esos que se pasan casi 14 horas al día para poder sobrevivir en el negocio familiar, tenían la persiana levantada, pero blindada la entrada, con un cartel en el que se podía leer “Solo para llevar.

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Primera jornada de cierre total de la hostelería en Alicante PILAR CORTÉS

Y mientras miraba apesadumbrado los carteles, y las caras de desánimo de los profesionales, me he acordado, de repente, de mi padre en su último año de lucha contra la maldita próstata que le provocó incontinencia urinaria. ¿Qué tendrá que ver, pesarán? Pues sí, más de lo que ustedes piensan.

Mi padre era un hombre al que la casa se le caía encima. De esos que abría la playa en verano y, prácticamente, se volvía cuando caía la noche. Pues bien, los bares fueron un apoyo estratégico en sus paseos matinales y vespertinos. Casi tenía una ruta de establecimientos en los que, cortados aparte, entraba al baño. Fíjense si también estos negocios pueden llegar a ser esenciales. Desde esta mañana, un jueves de mercadillo, el covid, nuestra propia irresponsabilidad y la toma de medidas casi desesperadas de la Administración los ha cerrado, esperemos que sólo dos semanas pero así empezamos en marzo de 2020 y acuérdense cuándo nos dieron la libertad provisional.

Por eso, hoy, más que nunca, el cierre debe venir acompañado de una vacuna y esta no puede ser otra que las ayudas económicas directas. Es decir, liquidez para esos 12.000 establecimientos, desde el bar de la esquina al templo gastronómico, que llevan ya diez meses desangrándose.