Después de muchos años de soportar un maltrato psicológico continuado, Laura –nombre ficticio para preservar la identidad de la víctima– había conseguido el ansiado divorcio con el que esperaba librarse del martirio de vida que su exmarido le dio casi desde el principio de la relación. Una noche, el hijo de ambos regresó al hogar tras pasar el fin de semana con su padre, como estipulaba el régimen de visitas, con una flamante tableta de última generación. Pero lo que parecía un inofensivo regalo para ganarse el favor del hijo en una complicada separación, escondía en realidad una trampa envenenada para Laura. Cuando el menor conectó el dispositivo a la red wifi del hogar, abrió sin saberlo la puerta de la intimidad de su madre y dejó entrar de nuevo al maltratador. La tableta llevaba instalado un software espía que, de manera automática, nada más conectarse a la wifi, grababa todo lo que ocurría dentro de la vivienda, las conversaciones que tenía la mujer, quién los visitaba... de modo que él podía de nuevo controlar, saber en todo momento lo que ella hacía.

El confinamiento y las restricciones a la movilidad impuestas a raíz de la pandemia de coronavirus han disparado los casos de ciberacoso entre las mujeres que son víctimas de la violencia machista y han convertido al teléfono móvil y otros dispositivos electrónicos en cómplices silenciosos e involuntarios de muchos agresores. Así lo corroboran distintos expertos policiales y forenses que afirman que, aunque los casos de «stalking» y otra tipología de ciberdelitos llevan años creciendo en paralelo al uso de la tecnología y las redes sociales, los relacionados con la violencia de género, principalmente entre personas que ya han roto su relación, lo han hecho de manera especial en los últimos meses: «Durante el tiempo que hemos estado encerrados, era la única manera que han tenido muchos ‘ex’ para poder seguir maltratando», explica el ilicitano Salvador Samper, informático forense del Observatorio Español de Delitos Informáticos (OEDI), una entidad sin ánimo de lucro que persigue este tipo de delitos y presta asesoramiento a las víctimas.

Los forenses realizan un volcado del móvil para monitorizar su actividad y obtener pruebas. | DAVID REVENGA

En el año 2019 –los últimos datos oficiales que hay publicados por Interior– se realizaron en España un total de 8.914 detenciones e investigaciones relacionadas con delitos de ciberdelincuencia, de las cuales 6.625 correspondieron a hombres, el 74% del total. De estos casos, un 76% de los responsables de las causas relacionadas con amenazas y coacciones fueron hombres, que también estuvieron detrás de un 77% de las relacionadas con delitos contra el honor y de un abrumador 94% de los delitos sexuales.

Más datos: la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer que el Ministerio de Igualdad realiza cada cuatro años y que publicó en 2019, apunta a que del total de mujeres de 16 o más años residentes en España, el 15,2% ha sufrido «stalking» –acoso reiterado– en algún momento de su vida; el 6,5%, en los últimos 4 años y el 3,0% han sufrido este acoso en los últimos 12 meses, mientras que un 3,7% ha sido víctima antes de cumplir los 15. Dicho de otra manera: 3.095.357 españolas de 16 o más años han sufrido acoso de manera reiterada en algún momento de su vida; 1.334.318 en los últimos cuatro años y 613.917 en los últimos 12 meses, mientras que 759.577 lo sufrieron sin haber superado todavía la infancia.

¿Qué entienden las autoridades por «stalking»? El informe de Igualdad recoge el hecho de haber recibido mensajes no deseados, llamadas telefónicas, emails, cartas o regalos como el tipo de hostigamiento reiterado que más mencionan las mujeres, seguido de haber recibido llamadas telefónicas obscenas, amenazantes, molestas o silenciosas; haber sido perseguida o espiada; haber visto dañado intencionadamente algo de su propiedad; haber sido objeto de comentarios ofensivos o embarazosos o de propuestas inapropiadas en internet o en redes sociales; y, por último, haber sido víctima de la publicación de fotos, vídeos o información muy personal en lugares como su vecindario, trabajo, escuela, internet o redes sociales. De modo que, como se puede deducir de estas formas de acoso de las que hablan las víctimas, la mayoría necesitan la mediación de un móvil u otro tipo de dispositivo electrónico para poderse ejercer. Por último, el 80,1% de las mujeres que reconocieron haber sufrido «stalking» afirmaron que el agresor o agresores fueron exclusivamente hombres, de los cuales el 25% eran la actual pareja o expareja de la víctima. Uno de cada cuatro acosadores.

Una joven consulta su móvil mientras va por la calle.

Atención temprana

El incesable incremento de este tipo de delitos ha llevado a ayuntamientos de la provincia a incorporar a la cartera de servicios de sus policías locales el asesoramiento y apoyo a las víctimas de violencia machista en el ámbito digital, mediante el cual se escrutan sus teléfonos móviles en busca de señales que puedan indicar la presencia del agresor. La Policía Local de Bigastro y la de La Vila Joiosa son las primeras en contar con los peritos del Observatorio Español de Delitos Informáticos para llevar a cabo este programa de atención temprana, por el que también se habrían interesado ya otros municipios como Elche, Villena o Benidorm.

«Hay muchas mujeres que sienten que están siendo vigiladas las 24 horas del día, que sus parejas o exparejas lo saben todo de ellas: con quién han hablado, dónde han estado,... Esto les genera un estado de ansiedad tremendo y hace que acaben aislándose», explican los expertos del OEDI. También han detectado casos de suplantación de perfiles en redes sociales para ensuciar su reputación social; acoso a través de perfiles falsos; acceso no permitido a las cuentas de sus víctimas, tras obligarles a facilitar sus contraseñas; amenazas por mensajes por WhatsApp que después borran; o, incluso, el robo de imágenes íntimas y privadas para después difundirlas de forma masiva. «Si a esto le añadimos una situación como la que estamos viviendo con la pandemia, en la que pasamos mucho tiempo confinados y el móvil casi siempre nuestra única ventana y contacto con el exterior, nos encontramos con situaciones tremendamente complicadas, que victimizan doblemente a la mujer», explican los expertos.

Ángela y Lucía, victimas del ciberacoso

«Donde iba, allí estaba él; me daba miedo salir de casa»

Los nombres que las identifican unas líneas más arriba no son sus nombres reales. Porque como le ocurre a la gran mayoría de víctimas de la violencia machista tanto fuera como dentro de las pantallas, a estas falsas Ángela y Lucía les aterroriza que sus agresores puedan sospechar que van a por ellos y han empezado a contando su historia. Una historia de maltrato a todos los niveles y que, en ambos casos, las llevó a abandonar a las parejas y denunciar lo que les estaban haciendo pasar. También ambas se han puesto ya en manos del servicio de atención temprana de la Policía Local de La Vila, para intentar confirmar lo que llevan mucho tiempo sospechando: que sus ex no sólo las acosan de forma online sino que también las espían telemáticamente.

«En mi caso, llegó un momento en que me llegó a dar miedo hasta salir de casa. Donde iba, allí estaba él. Me lo encontraba en todos los sitios, siempre observándome para ver con quién estaba, qué hacía, a dónde iba. Mira que ahora se pueden hacer pocas cosas, pero en todo este tiempo ha sido una sensación terrible», relata una de estas víctimas.

La otra pasó por lo mismo, pero además, temía que su expareja no solo se colaba en su teléfono móvil o en sus redes sociales, sino también en su propia casa, pese a la orden de alejamiento dictada por un juez. Los servicios de los expertos en delitos informáticos del OEDI le han ayudado a extraer de su teléfono móvil todos los indicios del ciberacoso que ha estado sufriendo y, además, a poder obtener un vídeo que confirmaría que, efectivamente, su maltratador entraba en el domicilio cuando tenía la certeza de que ella no estaba. «Ha sido duro estar pasando por todo esto, muy, muy duro. Ojalá que de una vez esté cerca el final», implora.

Miguel Palacios, Oficial de la Unidad Themis de la Policía Local de La Vila

«Este tipo de acosadores actúa con total impunidad»

Miguel Palacios dirige la unidad especializada en violencia contra la mujer, Themis, de la Policía Local de La Vila Joiosa, que esta misma semana ha incorporado el servicio de atención temprana a las víctimas de violencia digital a sus servicios. «La gran mayoría de mujeres que denuncian a su pareja o expareja por violencia física o psicológica, por no decir que son todas, nos refieren en las entrevistas de seguimiento que se sienten controladas, espiadas, que no entienden cómo su ex ha podido saber que habían quedado para tomar café con una amiga o que hace tres días estuvieron en Alicante. Vienen con miedo y con una gran sensación de angustia que ahora, con el confinamiento, hemos detectado que se ha agravado muchísimo». Precisamente por eso, el Ayuntamiento y la Policía Local vileras decidieron seguir los pasos de lo que ya había hecho Bigastro e introducir este servicio, al constatar las dificultades de muchas víctimas, y de los propios policías, para poder detectar y probar casos de ciberacoso a través, por ejemplo, de softwares espías. «La mayoría actúa con total impunidad. Lo que queremos ahora es ayudar a estas mujeres a poder probar ante un juez que ese ‘stalking’, realmente existe y que acabe siendo una prueba de cargo en un juicio», explica Palacios. La ayuda de los expertos del OEDI les permitirá ahora no sólo escrutar y monitorizar los dispositivos electrónicos de las maltratadas en busca de pruebas sino también obtener informes forenses y que estos peritos acudan a testificar en un juicio cuando la acusación lo requiera, todo de forma gratuita. «Son servicios profesionales que pueden costar entre 600 y 1.500 euros y las mujeres con pocos recursos o que dependen económicamente del hombre no pueden pagarlo».

Secuelas: Un control enfermizo que empuja a la mujer al aislamiento

El 1 de marzo, días antes de decretarse el estado de alarma, una joven de Alicante recibió en su WhatsApp un emoticono de un beso desde un teléfono anónimo. «¿Quién eres?», preguntó ella, tras lo cual recibió como única respuesta dos fotografías el pene de su interlocutor. La Fiscalía de Alicante ha pedido un año y tres meses de prisión y otros tres años de alejamiento para un hombre que durante los meses del confinamiento acosó de manera reiterada a esta mujer, a la que no paró de enviarle mensajes como «Quiero tu coño» o «¿Cómo te gusta?» y numerosas fotografías de sus atributos sexuales. La víctima bloqueó todos los teléfonos, pero los mensajes no cesaban. En el momento de la detención de su acosador, la Policía descubrió hasta 60 tarjetas prepago para poder burlar los bloqueos y seguir hostigando a la víctima. Ella tuvo que acabar apagando su móvil para poder librarse de él. 

«La presión a la que se ve sometida la mujer por esta persecución y este acoso enfermizo hace que, nomalmente, se acaben aislando, no quieran hablar ni relacionarse con nadie, para que él no aparezca», relata Salvador Samper. «Si esto se produce en un escenario de confinamiento, las secuelas son aún más terribles», añade.