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Del cálculo numérico a la creatividad abierta

Alicante acogerá la muestra del Centro de Cálculo de la Complutense

Del cálculo numérico a la creatividad abierta

Se presenta en el Centro de Arte Complutense, desde el 31 de mayo al 12 de julio, esta exposición resultado de la coproducción de las universidades Complutense de Madrid, Pública de Navarra, Politécnica de Valencia y de Alicante; en septiembre estará en Pamplona para continuar en Alicante y Valencia. La muestra está comisariada por mí, y tiene un comité científico en el que se integran profesores universitarios y expertos. Es una muestra en la que además de sus contenidos propios pretende montar un nuevo modelo expositivo, el universitario, en el que haciendo uso del patrimonio artístico, científico o humanístico que reside en las universidades se contengan también sus rasgos fundamentalmente: investigación y docencia.

El cálculo es una investigación que se hace de algo por medio de operaciones matemáticas.

En el año 1966 un acuerdo entre la Universidad de Madrid y la empresa IBM creaba el Centro de Cálculo. IBM cedía un equipo de computación, uno de los más potentes del mundo en esos momentos, el modelo 7090, más una serie de periféricos (todo el equipo puede verse en la muestra) valorados en 192 millones de pesetas, y la universidad construía el edificio que lo albergaría, obra del arquitecto Miguel Fisac, valorado en 8 millones de pesetas.

El Centro de Cálculo fue un río emergente entre el erial de la dictadura franquista, un lugar de creación científica, artística, músical, lingüística o arquitectónica, donde el empeño de sus investigadores tuvo el premió de la creación en libertad. En una España pobre de miras, aletargada por el pensamiento único, con una universidad vergonzante, con asesinatos de Estado, encarcelados de conciencia y bajo la más absoluta de las miserias morales y vitales, pudo construirse un espacio para la libertad.

Incluida la libertad para reunirse, las reuniones en España estaban prohibidas.

Y de esa posibilidad de reunión, y de la necesidad de compartir nacieron los Seminarios del Centro de Cálculo. Los más fecundos fueron los que se dedicaron a la Arquitectura, en los que participaron entre otros: José Miguel de Prada Poole, Juan Navarro Baldeweg; a las Artes Plásticas, en el que estuvieron Eusebio Sempere, Abel Martín, Manuel Barbadillo, Alexanco, Lugán o Yturralde, junto a otros destacados artistas de aquel momento; a Música, con compositores de primer orden como Luis de Pablo, Cristóbal Halfter, José Iges o Polonio; o a Lingüística, con Víctor Sánchez Zabala, Carlos Piera o Violeta de Monte. Pero hubo seminarios sobre las más diversas áreas del conocimiento. En ellos se trataba sobre todo de la incorporación de las computadoras en los procesos creativos.

Los seminarios del Centro de Cálculo fueron convirtiéndose, en muy poco tiempo, en un punto de encuentro indispensable en el panorama cultural español, y en palabras de Javier Seguí de la Riva:

Realmente en todos los seminarios estábamos hablando de lo mismo: como algoritmizar procesos, algunos de los cuales no estaban analizados fenomenológicamente, [...] Me sentía formar parte de un colectivo interesado que generaba energía. Lo más importante era la transmisión de información, ¡he leído un libro! y uno iba al libro que había leído el otro. Ese clima era el que a mí me parecía absolutamente fantástico. [...] Allí nos reuníamos todos los días, a medida que iba pasando el tiempo nos íbamos juntando más personas, aquello interesaba, ¡aquel viene a oler! ¡aquel viene a aprovecharse! la cosa es que estábamos allí, y la cosa se fue acumulando, y al final era una fiesta alucinante de gentes, en la que todos participábamos en todo.

Supuso la introducción de los ordenadores en la creación artística, musical o arquitectónica.

La forma de funcionar del Centro, cómo se realizaban las investigaciones, sus publicaciones, los seminarios, cursos o coloquios que se organizaron son mostrados en esta exposición. Pero una de las principales inquietudes ha sido la de mostrar la forma de crear: cada artista, músico, lingüista o arquitecto presentaba un proyecto a los responsables del Centro. Éste era analizado por los informáticos o matemáticos y se constituía un grupo de estudio. Uno de los proyectos más singulares que se llevaron a término, y que puede verse en esta exposición, es el de Gramática generativa de patios platerescos de Ignacio Gómez de Liaño, un estudio de quince patios platerescos españoles, de los elementos arquitectónicos básicos que los compones, estos elementos básicos se constituyen en unidades gramaticales básicas que introducidas en el ordenador, con unas reglas de composición diseñadas por los autores, generaban el diseño de nuevos patios platerescos. También pueden verse los proyectos de Alexanco sobre el movimiento de las figuras humanas en el arte, o el autorretrato de Eusebio Sempere que se hace aplicando a una malla cartesiana la fórmula de la gravitación universal; el Ordenador sensible al tacto humano de Lugán, las Figuras imposibles de Yturralde, composiciones musicales hechas con la ayuda de la computadora de Javier Maderuelo, Emiliano del Cerro, Antonio Agúndez, Rafael Senosiaín y José Iges, o un programa para generar espacios habitables de Javier Seguí de la Riva.

Personalidades como Abraham Moles, Max Bense o Negroponte, pasaron por las aulas del Centro, pero lo que era realmente destacable no eran las figuras estelares que pudieran dar brillantez a una experiencia como esta, sino la organización no jerárquica de los seminarios. No había jerarquías en la distribución física de los espacios, nadie estaba en el púlpito, nadie hablaba desde la cátedra, las mesas configuraban un espacio igualitario, la palabra la tenía aquel que quería decir algo, y no había profesores ni alumnos.

Si bien había un empeño en los responsables de la gestión del Centro: el de que todos los que por allí pasaban aprendieran lenguajes de programación, el Fortran IV. Lenguaje que solo José Luis Alexanco, entre los artistas, y algún futuro arquitecto como Guillermo Searle aprendieron a programar. Como dice Violeta Demonte, participante en el seminario de Lingüística matemática, ellos no vieron la computadora de cerca, nunca utilizaron la máquina, no les era necesario, ni muchos fueron allí por ella, pero lo cierto es que sí estaba, aquella 7090 amplió el horizonte creativo de muchos de los que entendieron que se encontraban frente al cambio de paradigma más profundo en el intento de comprensión del mundo. Las computadoras cambiaron la forma de crear, pero también las posibilidades de comunicación, la forma de aprehender la naturaleza, y han supuesto un cambio para la cultura humana mayor al de la aparición de la escritura, o al de la reproducibilidad mecánica de la misma, la imprenta.

Resulta inmensurable el impacto que supuso sobre muchas de las personas que pasaron por el Centro el iniciarse en el uso de las computadoras para el desarrollo de sus investigaciones posteriores. Pero la computación es, o al menos lo fue, algo más que la simplificación de las tareas repetitivas; en aquellos años se generaron estéticas computacionales, teorías sobre las comunicaciones, sistemas de información y muchas de las formas del conocimiento que en este siglo XXI se desarrollan se iniciaron en estos momentos en la universidad española.

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