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Vigencia del complejo Vistahermosa

García Solera aplicó en este proyecto de 1962 la experiencia acumulada  tal como había sido teorizada por los arquitectos del urbanismo moderno

Vigencia del complejo Vistahermosa

Durante 1962 el arquitecto Juan Antonio García Solera proyectó el Complejo Residencial Vistahermosa. Los planos fueron redactados en el mes de septiembre de aquel año, si bien la inauguración y puesta en funcionamiento no llevó a cabo hasta cuatro años más tarde.

Aquellos terrenos quedaban situados más allá del ámbito compacto del casco urbano de Alicante, en suelo rústico según la planificación urbanística del Plan General aprobado el año 1956. El soporte físico estaba constituido por tierras de la Condomina que, por entonces, conservaba aun la explotación agrícola tradicional. El emplazamiento quedaba alejado de la ciudad, conectados a través de la carretera nacional, en su discurrir hacia el norte, así como por la línea de tranvía que, desde el centro unía los distintos núcleos habitados integrantes de la antigua huerta. Igualmente, con la puesta en marcha del complejo, se iban a optimizar las nuevas posibilidades de comunicación, al coincidir temporalmente con la incipiente motorización individual de los alicantinos. Aún en la actualidad, junto a sus bordes se encuentran terrenos de diversas características, unos abandonados de cultivos, o bien ocupados tras años de lenta urbanización, donde se observan tipologías construidas con predominio de las viviendas familiares.

En el proceso de elaboración del proyecto y durante el desarrollo de los trabajos, el arquitecto tuvo el apoyo de los promotores, la directiva de la Caja de Ahorros del Sureste de España. La condición peculiar del emplazamiento permitió a García Solera aplicar los conocimientos adquiridos en los cursos impartidos en el Instituto de Estudios de la Administración Local, donde, entre otros profesionales, el arquitecto Emilio Larrodera López impartía Teoría del Urbanismo. En cierto modo pudo realizar un urbanismo desconocido en este ámbito local. Logró llevar a cabo un área habitacional de carácter peculiar.

Así en terrenos de suelo rústico y una superficie de 4,4 Ha. se proyectaba una entidad autosuficiente, prevista para clases medias altas. Junto a las viviendas se incorporaban los diversos equipamientos, escolar, comercial y religioso, siguiendo las normas establecidas en el Plan Nacional de la Vivienda. De tal manera, el arquitecto partió en la planificación de representar esquemas abstractos para organizar las distintas funciones y actividades, hasta alcanzar la formalización adecuada para la solución urbana, al establecer diversas tipologías en los edificios donde ubicar los diversos usos previstos. Así, las viviendas se agrupan en edificios con distintas alturas. De esa manera quedan las torres con planta en estrella alineadas junto al borde norte, bajando la gradación en el número de pisos en los bloques lineales dispuestos a sur, atendiendo a las zonas de relación social, deportivas escolares o religiosas, con una iglesia donde colaboraron, hecho común en la época, el escultor Leopoldo Novoa y el pintor Manuel Baeza. En realidad el conjunto residencial fue proyectado hasta los detalles mínimos.

El arquitecto estimaba en el sol, el verde y el espacio las tres materas primas del urbanismo, introducidas a modo de premisas de partida. Conforme a esos parámetros proyectó y planifico el Complejo urbano, en cierto modo como anticipo a premisas a considerar en el Plan General de la ciudad, que comenzaría a redactar poco tiempo después. Así, además de los planteamientos de la técnica de la zonificación, establecía gradación en las alturas otorgado a los distintos edificios, conforme a criterios de aplicación práctica del soleamiento y de los diversos elementos externos, entre ellos el paisaje, favorecer las visuales, controlar los ruidos, etc.

García Solera aplicó la experiencia acumulada tal como había sido teorizada por los arquitectos del urbanismo moderno. Desde el debate suscitado por Gropius respecto a las tipologías en altura, que el arquitecto alemán fundaba en criterios económicos, por el empleo o la renuncia a los ascensores, también a los principios enunciados por Le Corbusier, sintetizados en la Carta de Atenas, si bien, la influencia más directa procede de la experiencia berlinesa del Interbau, allí el barrio Hansa estaba recién construido sobre terrenos céntricos asolados durante la guerra mundial.

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