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Ensayo

La expresión religiosa y sus límites

Martha Nussbaum estudia la nueva intolerancia religiosa en su último libro, con referencias a la filosofía clasica, la literatura y el cine

La expresión religiosa y sus límites

La filósofa Martha Nussbaum (Nueva York, 1947) fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2012. Especializada en Ética y Política, ha trabajado también la naturaleza de las emociones, la imaginación y el problema de la vulnerabilidad e interdependencia humanas. Consciente de las crecientes expresiones de odio religioso, ha querido estudiar la nueva intolerancia religiosa en su último libro, partiendo de una idea clave: lo importante en la vida de una persona es "que esta acepte el hecho de que comparte un mundo con otras, y que emprenda acciones encaminadas a lograr el bien de otras personas".

Su estudio, inspirado por el espíritu socrático, y con referencias constantes a la filosofía clásica, a la literatura y al cine, se sustenta en tres pilares: "la coherencia ética, unos principios concretos de libertad religiosa y la imaginación mental como método de aproximación a los demás". En el capítulo dos, analiza con brillantez el miedo y su funcionamiento, para entender la agresividad y la conducta social. Aceptando la premisa de que todos los seres humanos tienen igual dignidad, aboga por condiciones materiales y ambientales que garanticen la libertad de conciencia. Para su aplicación práctica, compara dos corrientes políticas: la asociada a Locke (quien defiende leyes que no penalicen ni la fe ni sus prácticas) y el "acomodacionismo" de Roger Williams (que supone la elaboración de códigos que garanticen exenciones para las minorías religiosas). Aunque cruciales, señala la autora, las constituciones resultan insuficientes; se requiere, además, cultura y educación.

La defensa del pluralismo lleva a esta pensadora judía, "que rechaza los preceptos de la ortodoxia", a enarbolar el excepcionalismo norteamericano frente a la intolerancia europea. Así, critica la incoherencia de los argumentos esgrimidos para prohibir el burka, y la política de laicidad francesa que "privilegia la irreligión [É] y constriñe la libertad de expresión religiosa". Resulta loable el esfuerzo de Marta Nussbaum por hacer habitable el mundo; si bien, no compartimos su excesiva permisividad religiosa. Los interrogantes piden paso: ¿Acaso simboliza el burka la autonomía individual? ¿Queremos mujeres ocultas en organismos públicos o en nuestras calles? ¿Cuál es el verdadero problema de políticas garantes de laicismo? ¿Debe proliferar la construcción de iglesias, minaretes, sinagogasÉ? ¿Qué derechos poseen las personas ateas? ¿Tiene límites la tolerancia?

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