Manual para resistentes es el más reciente libro de poemas de Javier Lorenzo Candel (Albacete, 1967), poeta, ensayista y crítico, autor de los libros de poemas Visiones al costo (1996, Premio Barcarola), Hotel Central (2002, Premio Sial), Juegos de construcción (2004, Premio Fray Luis de León), Ecosistemas (2007, Premio Emilio Alarcos), Amoretti o las tribulaciones de John Thomas Farwell (2010) y Territorio frontera (2012, Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma). Obtuvo, además, en 2006, el Premio Antonio Machado de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles con La tierra que persigue, y colabora como columnista y crítico literario en diversos medios de comunicación.
Su último libro, Manual para resistentes, es el número 25 de la colección de poesía de la editorial granadina Valparaíso, dirigida por el poeta Javier Bozalongo, y supone un paso adelante en la consolidación de la obra de Javier Lorenzo, que, si bien hasta ahora se había movido dentro de los parámetros de la reconciliación con la propia vida, ahora se atreve con nuevos territorios, plagados de incertidumbres y de dudas, de noches y de madrugadas.
Un subtítulo certero, Ciclo de invierno, y una cita de Lucrecio (Así cuando en el pie dolor sentimos, / no padece ninguno la cabeza) franquean las puertas de Manual para resistentes e invitan a la lectura de esta colección de casi cincuenta composiciones. El libro se abre con un Registro de necesidades «para los resistentes», para los solidarios», «para los timoratos"», «para los tercos» y «para aquel que busca la palabra», a quien le corresponde «un sendero, una luz, un fin de viaje. // Y a partir de la entrega, que envidien a los dioses / solo los despojados».
Magnífico es el paisaje nevado que aparece en el poema Nieve: «Una inmensa nevada ha borrado las calles / que llevan de mi casa a la ciudad. / Una inmensa extensión de amables campos blancos / y árboles sujetando los copos que ahora caen con desconcierto». Pero también resultan deslumbrantes los versos iniciales de Identidad: «Si no fuera este hombre que alimenta / la intensidad de sus desequilibrios, / las vueltas a la infancia / como un lugar seguro del recuerdo / o la más terca duda ante las cosas, / sería, con una identidad condescendiente / que en el resto es pereza y en mí ofrecimiento, / un hombre que camina / ajeno a la pulsión de los atajos».
Como afirma Andrés García Cerdán, las claves de lectura de Manual para resistentes las encontramos en «la resistencia interior a los embates de este proceloso y trágico mundo; la poesía que ha ser -y es siempre- rebeldía, acusación, indocilidad; el regreso a un humanismo que nos devuelva una imagen real de lo que somos y de lo que cabe esperar de nosotros; la necesidad de construir un lenguaje en cuyo fondo aliente el hombre nuevo de cada día». Lo corrobora el poeta en estos versos de Leyenda: «Conviene que sepamos que el destino no es / de los que duermen dóciles, / sino, más bien, de aquellos que descubren / que en un golpe de viento / puede hallarse el prodigio».
Como afirma el propio autor, Manual para resistentes «surge de una situación muy concreta, no solo personal, también histórica, del país, esta situación de crisis». Por paradójico que resulte, las grandes crisis suelen coincidir con periodos de gran esplendor artístico. Pensemos, si no, en nuestros siglos de pro. Al cabo, lo que hace Javier Lorenzo Candel en Manual para resistentes es ponernos frente al espejo de nuestras propias vidas, ya que, como afirma en el verso final de Iglesia de Montseveroux, «la civilización puede ser una lágrima». En realidad, todo el volumen ofrece una relectura contemporánea de la idea de compromiso. Nada menos.
