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Serendipia

El enjambre aturdido

Byung-Chul Han analiza En el Enjambre los tejemanejes de las grandes corporaciones de Internet

En La Fundación (Aucal, 1951), pieza clave en la literatura de Isaac Asimov, el autor arrinconaba a la raza humana frente a su propia hecatombe. En su futuro hipotético, el hombre descubre que le queda menos de 5 siglos para que su especie regrese a la barbarie. Los protagonistas conocen este suceso gracias a la «psicohistoria», una predictiva rama de la ciencia y la psicología capaz de calcular de antemano los rumbos de la humanidad. Según esta peculiar ciencia, en el futuro ya habremos vivido lo suficiente como para baremar los movimientos de masas humanas en el tiempo y en el espacio, luego también lo suficiente como para pronosticar nuestro devenir.

Hoy, y a años luz de esa ficción novelada, la enormidad de datos en red manejados por Google, Facebook y demás empresas del sector, predice nuestros gustos y movimientos tal y como lo haría un ancestro novato de la «psicohistoria». Y lo que es peor, es capaz de hacerlo sin necesidad alguna de teorías o modelos sesudos y sin necesidad de frenarse ante el cómo o el porqué de tales sucesos. Simplemente asumiendo los cálculos ofrecidos por nuestras huellas digitales -lo que se conoce como Big Data- como la fuente más fiable del destino. Mal nos pese, la globalización e Internet imprimen gustos generales y casi todos «consumimos» lugares comunes.

El filósofo Byung Chul-Han Huan no interpreta la «psicohistoria» de Asimov, ni reflexiona en términos de ciencia ficción, pero en su reciente ensayo En el Enjambre (Herder, 2014), muestra concomitancias irónicamente afines a estos cálculos de masas. Especialmente cuando analiza el uso combinado de la psicología y la tecnología en nuestras redes sociales, y cuando presenta un término tan revelador como la «psicopolítica»: la adecuación de los métodos de control de los estamentos de poder a través de Internet. Con un estilo directo y sin fruslerías (el ensayo se lee de una sentada), Han reactualiza sus propias ideas con otras apuntadas anteriormente por Foucault (la «biopolítica», Vigilar y Castigar,) o Lacan (su triada de lo «real, lo imaginario y lo simbólico», el «puctum») a la tenue penumbra de la pantalla de Internet. De ahí que, en una primera instancia, se dedique a dar cuerpo y nombre a los peores efectos de esta globalización digital, para concluir después definiendo la «psicopolítica» como el método más beneficioso para de la manipulación corporativa experta en la materia. En su lista negra de afecciones digitales encontramos casos como la decadencia del «enfrente» y el empobrecimiento de la «mirada del otro» en la comunicación digital. La «destrucción del silencio», en una alusión al ruido digital causado por las riadas de información y datos que copan nuestras pantallas. O el cansancio y (cansado) narcicismo de una sociedad agotada de recargarse con versiones de sí misma (otro de los exitosos ensayos de Han es La Sociedad del Cansancio, 2012). Entre todas componen un retablo cáustico con nulas intenciones de escapar del abrazo digital. Más cuando operamos en un tejido que favorece la indiscreción y el anonimato («La Comunicación anónima, que es fomentada por el medio digital, destruye masivamente el respet»", p.15) y dónde la indignación y la protesta carecen de auténtico compromiso («a las smart mobs -multitudes inteligentes- les falta estabilidad, constancia y la continuidad indispensables para el discurso público [?] La sociedad de la indignación es una sociedad del escándalo. Carece de firmeza, de actitud», p.21). En este oscuro panóptico, a la práctica «psicopolítica» le basta con recoger los retazos de nuestra conducta digital y manipularlos desde dentro, desde el inconsciente colectivo que trenzamos colectivamente en la red. Desde nuestro inconsciente digital.

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