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Cambio de rumbo

En las fotografías que han publicado los periódicos, David Livermore aparece como un hombre de aspecto franco y algo impetuoso; una de esas personas que desprenden cordialidad de manera natural. Desde hace unas semanas, Livermore ocupa la dirección artística del Palau de les Arts, tras la destitución de Helga Schmidt. Días atrás, durante su presentación a la prensa, Livermore, dijo en un momento de su conversación con los periodistas: «Se puede hacer mucho con poco presupuesto». La frase debía llamar la atención porque caminaba en dirección opuesta a lo que ha sido hasta ahora la política cultural de la Generalidad. De inmediato, Livermore se ganó con ella mi simpatía; aunque me temo que necesitará algo más para alcanzar el éxito en su empresa. El Palau de les Arts es una plaza difícil porque el teatro no nació del anhelo de la sociedad valenciana, sino por una decisión de sus gobernantes.

Las palabras de Livermore contrastan -como he dicho- con las que hemos escuchado los últimos años. Venimos de una época en la que se pensaba que con dinero era posible hacer cualquier cosa en cuestiones de cultura. Gastamos millones de euros en proyectos de los que no queda absolutamente nada en la actualidad. ¿Recuerda el lector la Bienal de Valencia? Es probable que no la recuerde, porque estas cosas pasajeras se olvidan con rapidez. Las enormes sumas que el Gobierno valenciano gasto en ella no lograron poner en pie un descabellado proyecto. La cultura, sin una base social que la respalde, se queda en la propaganda y desaparece con facilidad. La Bienal de Valencia no fue más que una cara -carísima- publicidad que las autoridades pagaron con nuestro dinero.

Quizá el mejor ejemplo de lo que ha sido la cultura valenciana en estos años recientes sea la historia de las cifras de visitantes del IVAM. Bajo la dirección de la señora Ciscar, el Instituto alardeó del número de visitas que recibía cada año. Era la confirmación de que, en contra de lo que afirmaban sus críticos, la política de exposiciones de Consuelo Ciscar era bien acogida por el público. Incluso The Economist incluyó al IVAM entre los museos más visitados del mundo. Ahora se ha descubierto que esas cifras eran falsas y que la señora Ciscar engañaba a todo el mundo; incluso a The Economist que en esta ocasión se olvidó, por lo visto, de contrastar la noticia. La mentira del IVAM es la mentira en que se convirtió la cultura valenciana bajo el gobierno del Partido Popular.

Acabado el dinero, parece que vuelve el sentido común. La crisis económica nos ha obligado a ser más realistas, aunque no estoy seguro de si, pasado algún tiempo, no volveremos a las andadas. A los valencianos nos encantan los fuegos artificiales, y en la política abundan los pirotécnicos de verbo fácil. Ya veremos. De momento, escucha uno a los candidatos a la Generalidad pronunciarse sobre la cultura, y lo único que oye son palabras que suenan magníficamente pero que, vistas de cerca, están totalmente vacías de significado.

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