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La guerra en serie

El blockbuster, la película concebida para reventar la taquilla, se ha impuesto como fórmula de producción para satisfacer al público juvenil y adolescente que llena las salas de los cines. El blockbuster es, por lo tanto, sinónimo de «cine de palomitas» cargado de acción, explosiones, monstruos, héroes de comic y efectos especiales. La televisión, el refugio, según muchos, de la mejor narrativa actual en imágenes, gracias a sus series de contenido adulto, echa de menos a ese público joven que solo se acerca a la pequeña pantalla para ver Juego de tronos o productos similares. No resulta extraño que las cadenas independientes y sus anunciantes, según explicaba una revista especializada, amenacen ahora con convertir en series, blockbusters famosos procedentes de exitosas factorías como las de Spielberg o Marvel. ¿Nos encontramos entonces ante el adiós a Los Soprano, Mad Men, True detective, El lado oeste de la Casa Blanca y compañía? ¿Ante otra vuelta hacia la infantilización de las historias y el espectáculo por el espectáculo? Cualquiera sabe, porque los caminos de las nuevas tecnologías son tan inescrutables que ya hay quien piensa que el ordenador, con sus baratas y enloquecidas mini producciones estilo Youtube, podría muy bien dejar vacías no solo las salas de cine, sino incluso la salita de estar donde cuelga el televisor y descansa el DVD.

Lo que sí es cierto es que los espectadores más maduros, de gusto más clásico y mirada sosegada, no tienen por qué asustarse ante la posible blockbusterización de las amadas series. El material almacenado en este formato por las cadenas de televisión es, hoy en día, inagotable y necesitaríamos más de dos vidas para poder visionarlo como dios manda; es decir, consiguiéndolo en su versión completa para disfrutarlo a voluntad y sin atenernos a las dosis en capítulos que dictan los caprichos de la programación.

Cuento estas cosas porque he pasado un par de semanas, hipnotizado ante el televisor, viendo una macro seriede los años ochenta del siglo pasado, reeditada hace unos pocos meses: Vientos de guerra y su continuación Recuerdos de guerra, dirigidas ambas por Dan Curtis y basadas en una novela-río, épica y enorme, de Herrman Wouk. Un total de más de cuarenta y cinco horas que nos cuenta la historia de la II Guerra Mundial, a través de las peripecias de una familia americana con parientes por Europa. Una superproducción con mucho dinero de por medio para recrear batallas, ambientes y países, para insertar documentales de archivo y contar con un reparto notable: Robert MItchum, Ali Mac Grawe, Polly Bergen, Topol, John Gielgud y Jane Seymur, entre otros.

Si algún espectadoranda despistado en lo que respecta a esta terrible contienda y es aficionado a la Historia, esta serie, a pesar de sus altibajos, de alguna concesión al folletín clásico, le pondrá al día sobre el asunto gracias a su pericia argumental y a su enorme capacidad didáctica. Tan solo necesita tiempo libre y encontrarse en posesión de un buen estómago para digerir algunos capítulos de la segunda parte referentes al Holocausto. Ante ellos, La lista de Schlinder de Spielberg, por ejemplo, parece una producción Walt Disney comparada con la recreación que Dan Curtis ofrece sobre el gueto- paraíso de Theresiensdat en Chequia y las atrocidades de Auschwitz. Superado este escollo, el espectador disfrutará asistiendo a los entresijos de la diplomacia, a la explicación de las batallas -estupenda recreación de Midway- a los combates submarinos, a los problemas de la guerra aérea, a las tribulaciones sin cuento de los protagonistas dejando en mantillas a las mismísimas aventuras del Conde de Montecristo.

Así que ya lo saben: si llega el blockbuster y nos cambian Fargo por El capitán América, A dos metros bajo tierra por La nuevas hazañasde Batman y el pato Donald, siempre nos quedará el fondo inagotable de las viejas series de televisión. Todo un mundo por descubrir o recuperar.

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