Aunque estos cambios son consustanciales a la vida de la humanidad, comprobamos que las generaciones, que han alcanzado el reconocimiento con el dominio de unas formas artísticas, asumen difícilmente esta realidad cambiante. A un poeta formado en los sesenta le es muy difícil entender los nuevos esquemas de los jóvenes, pues no los ha vivido como propios en su mirada, en su vivencia formativa. Así se produce el famoso abismo intergeneracional. Por otra parte, el joven tiene la convicción de que la interpretación del arte empieza con él, y esto también lo limita. Se producen unos compartimentos estancos de difícil comunicación entre ellos, porque los mismos que ahora tienen sesenta años, cuando tenían treinta, bebieron de esa fuente colectiva que implica a una determinada generación y rechazaron a las generaciones anteriores.

Pero si analizamos detenidamente las obras de muchos artistas que en la actualidad están construyendo su lenguaje, comprobamos que parten de unas conclusiones formadas a través del estudio del pasado. Incluso con la recuperación de su técnicas y conceptos. Por ejemplo, en el arte conceptual y la instalación se están revisando las propuestas desarrolladas en los años sesenta y setenta. En la pintura igualmente se incide en la creación de la imagen con técnicas realistas, fotográficas. En todo caso, la incomprensión entre generaciones viene dada porque sus diferentes preferencias se basan en una mirada hacia determinados autores y no en el análisis de la historia del arte. Se vive el presente sin pensar que eso que admiramos tiene raíces profundas que han ido desarrollándose a través de sucesivos autores y épocas. Es el caso de la influencia de Miguel Hernández, de su conocimiento de la poesía mística española, en muchos poetas que seguramente no leerán a San Juan de la Cruz.

Es evidente que no es necesario un conocimiento enciclopédico, pero la propia reflexión sobre el lenguaje implica esta curiosidad, y entender el porqué de los diferentes movimientos artísticos. En los años setenta en EE UU, la mayoría de los estudiantes de bellas artes conocía en profundidad la obra de Warhol, pero desconocía la de Rubens o Rembrandt. Parecía como si el arte americano hubiera nacido con el Pop art, y este fuera el único modelo a observar y analizar. Sin embargo, los autores como Warhol, Rauschenberg, estudiaron a Leonardo y todo el arte anterior a ellos que les pudiera dar mayores perspectivas, para incluir en su trabajo, y llegar a una altura en la comprensión de los diferentes movimientos de la modernidad.

A mayor libertad social, mayor capacidad de crítica, de análisis, y los cambios en las estructuras son más importantes. Así en el XX, XXI, en la vida de una generación suceden y se simultanean diferentes concepciones artísticas. Ya no podemos quedarnos en una época, sin capacidad para entender el paso siguiente que inevitablemente se va a dar. Pues el arte es siempre una actividad que avanza de manera impredecible.

Sobre todo en la cultura occidental, a una tendencia, a un estilo, le sigue otros, muchas veces, contrapuestos, dependiendo de muchos factores sociológicos, políticos, económicos, culturales, etc. En realidad el objeto, la acción artística, es reflejo de todos estos condicionantes. Las influencias entre el pasado y el presente son múltiples, hay un flujo continuo de conocimientos, donde el artista puede encontrar su referencia de apoyo en cualquier época, siempre que la entienda y la integre dentro de su propio conocimiento. En Madrid se está representando la opera Tristan e Isolda de Wagner con un vídeo de Bill Viola como escenografía básica y principal. La música romántica puede mezclarse con el concepto más moderno de creación del espacio escénico, con técnicas digitales, de un video-artista norteamericano, por otra parte, admirador de la pintura del quattrocento italiano. Confluencia de tres momentos, muy complejos, de la historia del arte. Ejemplo de esta mirada que exige la contemporaneidad. El arte es el reflejo de la sociedad que lo hace y solo con esta gran amplitud, con un planteamiento filosófico que recoja muchas expectativas, una propuesta cultural puede llegar a calar en nuestras mentes. Aunque lo multidisciplinar, la gran diversidad de realidades, que constituye el arte contemporáneo, plantee cierta dificultad a la hora de ser entendido por la mayoría.

El proyecto del principal centro de arte contemporáneo, siempre tomado como referencia nacional, el Reina Sofía, está siendo cuestionado por diferentes voces del sector de las artes. La labor de un centro de esta magnitud, al mostrar la realidad artística de hoy y las influencias que han dado lugar a este hoy, es realmente difícil. Y si, por una parte, la exposición de la colección Phelps ha sido aplaudida por la mayoría de críticos, historiadores y artistas del país. Por otra, el desarrollo de los planteamientos, por los que rige el análisis de otras vertientes de esta realidad contemporánea, no convence tanto. No es de extrañar que, cuando la exposición y didáctica se centra en un campo tan específico como es la geometría o como puede ser el minimalismo, el expresionismo, asumidos conceptualmente, con una selección de las mejores obras, se llegue a estos resultados tan brillantes. Al igual que traer a Dalí, es un éxito seguro. Es más complejo la ubicación de las bases para establecer un debate sobre las condiciones del arte, debate que en nuestro país no se ha dado. La dimensión de lo documental en el arte, la sociología, lo conceptual, los nuevos realismos, diversas investigaciones, importantes en nuestra historia contemporánea, pero que tradicionalmente no se han considerado géneros artísticos, y han pasado bastante desapercibidos en nuestro país. Labor en la que el equipo del Reina intenta revalorizar algunos autores y darles la preponderancia, que cree necesaria, para entender lo que ha pasado. Aquí se entra en conflicto, pues hay quienes reconocen esta validez y quienes no ven la relación, o consideran que se está desarrollando de manera confusa. Pero qué es un museo, qué debe mostrar, a quién dirigirse. Quizá deberíamos preguntarnos si se nos está dando la posibilidad de entrar en ese debate, a artistas, críticos, a la sociedad en general, con la información pertinente. Si por una parte, la formación en arte requiere el reconocimiento de estos movimientos universales, por otra, debe contemplar la realidad de que el arte siempre ha puesto al espectador en la cuerda floja, forzándolo a cuestionárselo todo y a mirar este conocimiento de otra manera. La crítica que el mismo arte hace del arte pone al espectador al borde del abismo, principalmente por desconocimiento. Y las aparentes contradicciones del arte solo lo son a ojos de este espectador no informado. El arte no es cómodo, es investigador, como el ser humano. El arte no lo puede hacer cualquiera con una cierta habilidad, ni mostrarse en una única dirección, sino a través de una mente compleja, vitalista, analítica, conocedora, como en toda investigación de cualquier otro campo.