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Rodney Smith: La cámara al servicio de la imaginación o cuando el surrealismo vive entre el blanco y el negro

El siglo diecinueve fue la época en la que la humanidad no era precisamente el centro de atención, pero en la que el arte homenajeaba a la belleza. Hoy en día, las culturas americana y occidental parecen fundamentarse en la indiferencia, el distanciamiento y la miseria. Yo, no obstante, quiero que la gente vea las cosas bellas, agradables y divertidas de la vida. Rodney Smith

Entre Lartigue y Magritte se reparten las cartas de la partida en solitario que juega el célebre y admirado fotógrafo americano Rodney Smith (1947 - 2016), encuadrándose necesariamente dentro del clasicismo del que, en cierta forma, se quiere desmarcar agregando gotas de su propio jugo. A pesar de sus cartas marcadas, su obra gira siempre hacia la poética de lo extraordinario.

La elegancia formal de sus fotos de moda y la predecible mirada surreal dentro de una composición embelesante por su condición de perfecta, consigue atraer admiradores que caen rendidos a sus pies de uno al otro continente. Sus imágenes atemporales son piezas fundamentales para formar parte de la colección de un Museo de Arte Contemporáneo e incluso, ¿por qué no? para ser reproducidas a través de las páginas de un magazine moderno.

Estilo y belleza

Nacido en Manhattan en el seno de una familia rica, su padre, Sandford Smith, fue presidente de una de las grandes empresas industriales de la moda americana; Smith recuerda que en su casa siempre existió un sentido del estilo y de la proporción, como así mismo de la belleza y de la gracia y todo eso, considera, que fue realmente importante para su educación. Después de estudiar Literatura inglesa y Estudios Religiosos en la Universidad de Virginia, se graduó en Teología por la Universidad de Yale, en Conneticut, N.York. Siempre sintió, de forma absoluta, que quería realizarse manifestando su lado creativo dedicándose a la fotografía, aunque sabía que, para ello, necesitaba contar con un espíritu rico en sabiduría y experiencia. El maestro Walker Evans fue el encargado de su educación fotográfica en la ya citada Universidad de Yale, quizá esta influencia originó, en sus comienzos, su dedicación al fotoperiodismo, siguiendo una línea documentalista tradicional. Pronto fue consciente de la necesidad de crear sus propias imágenes en otro contexto, sin esperar la oportunidad de hallar una buena foto en lo que sucedía en las calles, exigiéndose a sí mismo ser el absoluto responsable y dueño de su trabajo.

Su obra se ha expuesto en importantes galerías y museos, fundamentalmente norteamericanos, recibiendo en 1975 una beca para la investigación de la Jerusalem Foundation.

En nuestro país disfrutamos del perfeccionismo de sus imágenes y el trasfondo enigmático que conllevan, de su sutil humor, la elegancia de sus composiciones y el doble sentido que contiene su forma de interpretar el surrealismo, pues pudimos ver su trabajo en 2010 en el Festival Internacional de Fotografía Teruel Punto Photo, en el Museo de Teruel, en una gran exposición donde presentó su libro The end, que consta de una retrospectiva de sus últimos veinte años de trabajo. Así mismo se exhibieron sus imágenes en la Galería Spectrum Sotos, de Zaragoza, en La Casa de la Imagen de Logroño y en el Centro Andaluz de la Fotografía, de Almería.

Cámaras

Ha trabajado con dos herramientas poderosas como son las cámaras Leica, de 35 mm y la Hasselblad 6x6; a través de sus objetivos ha procurado conseguir la belleza, tan anhelada por él, en un trabajo pleno de esplendorosa plasticidad; su obra es absolutamente analógica, categóricamente química. Suele realizar las tomas despacio para revelarlas igualmente, de forma pausada, detestando los efectos especiales; sintiéndose cómodo en la cámara oscura que conoce como si de la palma de su mano se tratase. Al contrario que la mayoría de fotógrafos de su generación que, al adquirir fama y buena prensa, evitan encerrarse en el laboratorio alegando que es un trabajo artesano, demasiado manual, pues todo se encuentra ya en la densidad de la emulsión de la película que acaban de utilizar. Son estos los mismos artistas que han abrazado las técnicas digitales.

Considerado un hombre elegantemente enigmático, gran amante del cine, ver películas era su pasión pues suponía una gran forma de aprendizaje siempre que fueran films rodados en blanco y negro y anteriores a 1947; estudiaba la luz de cada fotograma, analizando las secuencias y la progresión dramática del argumento. Abordaba sus proyectos desde una perspectiva vivencial, eludiendo siempre, de manera sistemática todo lo relacionado con el marketing y los medios de comunicación.

Desde 1993, toda su obra parece relatar breves historias en las que el misterio es un componente importante, en estos años solo utiliza película en blanco y negro, pues hasta el año 2001 no comenzó a experimentar con el color.

Se describía a sí mismo como perfeccionista, optimista, modesto y adicto al trabajo y reconocía como gran virtud saber mirar el mundo con luz natural, nunca con efectos especiales.

Naturaleza ordenada: «Siempre me atrae un lugar donde la mano del hombre es evidente»

La naturaleza, además de considerarla como uno de sus escenarios favoritos, está bien integrada en su discurso, donde se desarrollan buena parte de sus imágenes, en las que el propio paisaje, dentro del encuadre, aparece siempre bien ordenado en el carácter de su condición. Suponía domesticar el exterior para hacerlo menos rebelde, mostrando arbustos bien cuidados y árboles podados. Con gran ironía, en un proceso totalmente instintivo, crea nuevos y apasionantes jardines de las delicias, en el que las figuras que intervienen en su composición mantienen un lenguaje que desencadena ciertos juegos secretos con su característica elegancia formal. De esta manera mostraba su interés en la relación del hombre con los elementos naturales del medio ambiente. Estos jardines son el escenario perfecto donde suceden las pequeñas tramas que surgen en sus imágenes. «El secreto, en todas mis fotografías, se encuentra en la ubicación, usar el entorno como estudio, trabajar con luz natural», dijo. «Me atraen constantemente los lugares donde la mano del hombre es evidente».

Siempre vivió y trabajó en Nueva York llevando una plácida vida familiar con su esposa y colaboradora, la diseñadora gráfica Leslie Smolan, y los hijos de ambos. Siendo fiel a sus ideas de estilo, huyendo de loas y fama.

En 2019 tuvo lugar su última exposición Human in Nature: The Art & Wit of Rodney Smith («El ser humano en la naturaleza: El arte e ingenio de Rodney Smith»), en la Casa Museo de Edward Hopper, en Nyack, Nueva York, donde se pudo ver una colección de 20 piezas, que fue la primera exposición desde su inoportuno fallecimiento en 2016.

Maestros

Dominaba la técnica a la que imprimió una personalidad propia frente a los maestros de los géneros que abordaba, paisaje, retrato, moda, véanse Cecil Beaton, Norman Parkinson y William Klein, además de los otros artistas ya citados al inicio de este texto; aunque conceptualmente tiene, al mismo tiempo, gran afinidad con los artistas surrealistas que utilizaban la cámara al servicio de la imaginación. Una combinación perfecta de la realidad mezclada con lo onírico, no siempre a partes iguales, que confluencia con el mundo interior y el exterior, teniendo como resultado imágenes nada subversivas, como sería lo esperado debido a su carácter surreal, si no, fruto de un sentido del humor gracioso y desenfadado.

Compone imágenes claras, serenas y ordenadas donde no hay lugar para la distorsión, pero ante la obra de Rodney Smith las cosas nunca son como parecen, pues en algún lugar de la composición se encuentra el giro, la sorpresa e incluso el grito que hará asombroso el mensaje del autor y que el espectador no debe dejar pasar por alto.

(Más información gráfica sobre Rodney Smith en www.hunterartmagazine.com)

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