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Daniel Bañuls, escultor de la Plaza de los Luceros

La bella y fantástica Fuente de Levante (Plaça dels Cavalls) a principios de los años treinta, con el edifico de la Diputación del arquitecto Juan Vidal a la derecha y la Estación de ferrocarril al fondo de la imagen. Insólito monumento en aquel entorno todavía escasamente construido. | INFORMACIÓN

La céntrica Plaza de los Luceros es uno de los espacios más destacados y emblemáticos de la ciudad de Alicante, epicentro de las celebraciones multitudinarias de los tan popularmente esperados éxitos deportivos del Hércules, de las fiestas de les Fogueres, también de protestas y preocupación de algunos inquietos ciudadanos por la conservación del patrimonio de su singular fuente monumental, por lo que hablaremos del artista que la creó.

Daniel Bañuls Martínez nació en Alicante en 1905. Murió tempranamente el 20 de agosto de 1947 en nuestra ciudad, como resultado de una larga enfermedad cuando sólo contaba 42 años. Su vida se apagó en el momento álgido de su madurez creativa, cuando se encontraba preparando diferentes proyectos y una exposición para Madrid, gozando del privilegio de ser considerado por la crítica como el gran escultor del Levante español.

Daniel Bañuls se formó en el taller de su predecesor, el gran escultor alicantino Vicente Bañuls Aracil (1866-1935), quien fue en su época el Escultor Oficial de Alicante, autor de obras significativas e importantes para nuestra ciudad como el monumento a Maisonnave (1893), el dedicado los Mártires de la Libertad (1907), el de José Canalejas (1916), el Grupo escultórico La Aguadora para la plaza Gabriel Miró (1918) o el monumento a Ruperto Chapí (1930), entre otras destacadas obras.

En el taller y ambiente artístico de su progenitor, desde bien joven Daniel Bañuls ya mostró su sensibilidad y grandes dotes para el arte, dibujando a la perfección y realizando equilibrados volúmenes escultóricos en el estudio de su padre, lo que le sería de gran ayuda para desarrollar su vocación y aspiración por convertirse en un sensible y experto escultor, durante el no muy dilatado tiempo que le tocó vivir.

Al igual que su padre, Vicente Bañuls, quien como alumno se relacionaría con el célebre pintor Lorenzo Casanova y también con Gabriel Miró, el cual, asimismo recibió clases de arte de su tío Casanova, (lo que le serviría para ampliar sus mirada artística, antes que se le conociera por su faceta de gran escritor). También se relacionaría con el influyente arquitecto, político y masón alicantino José Guardiola Picó (diseñador del popular barrio de Benalúa y autor de la magnífica Casa Alberola) quien, con motivo del Plan de Ensanche de la ciudad que en aquellos momentos se estaba desarrollando, pensó engalanar las calles y plazas de Alicante con esculturas de Vicente Bañuls.

Daniel Bañuls, escultor de la Plaza de los Luceros

Por su parte, su hijo Daniel Bañuls posteriormente trabaría también amistad con otros destacados artistas alumnos suyos como Gastón Castelló, Adrián Carrillo, Manuel Baeza o Emilio Varela, con el que durante muchas mañanas, antes de ir a trabajar a su taller de escultor, se reunía para conversar en una cafetería de la Explanada de España, donde ambos, plácidamente, charlaban sobre los asuntos artísticos, se impregnaban de la radiante luz levantina, contemplaban la esbeltez de las palmeras o sentían la suave brisa del mar. Daniel solía decir que dichas reuniones y aquella percepción sosegada de su querido Alicante le relajaba, y emocionalmente le ayudaba en su ánimo antes de acudir a su estudio para trabajar. 

Como se puede observar, al igual que la saga artística de los Benlliure en Valencia, con la figura de Mariano Benlliure como célebre escultor; en el caso de Alicante, los Bañuls, padre e hijo, representan dos artistas muy importantes y significativos en el panorama de la creación escultórica de aquel tiempo en nuestra ciudad.

Daniel Bañuls, junto a su monumento al Doctor Rico Cabot (1930), llevó a cabo el polémico, pero a la vez formalmente imponente, monumento a los Caídos de la Vega Baja (1941). Realizó también el monumento a Carlos Arniches (como obra póstuma que sería instalada en 1948), y asimismo concluyó muchas otras esculturas de menor envergadura, pero igualmente de excelente ejecución. De entre la producción de Daniel Bañuls hay que destacar, sobretodo su singular y bella Fuente de Levante, situada en el centro de la actual Plaza de los Luceros (Plaça dels Estels). El monumento se erigió durante 1930, cuando el joven, imaginativo y soñador artista contaba tan sólo 25 años de edad, inaugurándose al año siguiente como resultado de un concurso convocado por el ayuntamiento alicantino que ganó nuestro ilusionado escultor. A dicho concurso se presentaron siete proyectos de cuatro autores, siendo seleccionado a través de una comisión de políticos y profesionales, y a través de una votación popular realizada en una urna instalada en el Ayuntamiento, resultando ganadora la obra de Daniel Bañuls con el título Levante. Su denominación se popularizó pronto entre los alicantinos con el nombre de Plaza de los Caballos (Plaça dels Cavalls), como hermosa fuente monumental plagada de símbolos, flanqueada por relevantes caballos pletóricos de ritmo y gracia, que calaron en la imagen visual y mental percibida por los ciudadanos.

Aunque oficialmente, con anterioridad y hasta 1934, la plaza había recibido el nombre de Plaza de la Independencia (en honor al heroico levantamiento del Dos de Mayo de 1808 contra las tropas de Napoleón). A partir de esa fecha de mediados de los años treinta, pasó a llamarse Plaza de Cataluña en homenaje al Estatuto de Autonomía catalán, nombre que mantuvo hasta 1941, cuando tras la Guerra Civil, los nuevos mandatarios nacionales decidieron denominar el espacio y la fuente-monumento con su nomenclatura actual, Plaza de los Luceros, por una estrofa-exaltación del himno Cara al sol de los vencedores.

La Fuente de Levante creada por Daniel Bañuls, dotada de bellas esculturas y espléndidos juegos luminosos de agua, como conjunto monumental con denominación definitiva Plaza de los Luceros, se erigió y fue terminada el 11 de mayo de 1931, aprobándose la recepción de la misma por el Ayuntamiento el 4 de septiembre del mismo año.

El conjunto escultórico posee rasgos morfológicos e influencia del arte asiático o indostánico que presumiblemente nuestro artista se influyó a través de libros, revistas e ilustraciones sobre los mitos de Oriente, a lo que personalmente añadió su refinada y exquisita sensibilidad creadora. Se trata de un conjunto de figuras y formas no ejecutadas con los materiales escultóricos que tradicionalmente se solía esculpir, sino técnicamente realizadas en piedra artificial de cemento blanco con arena de mármol.

Su perímetro lo conforma un amplio círculo que configura su piscina-estanque, que sirve para albergar el agua de la fuente y emitir sus chorros; de ella emerge la plataforma de origen cuadrangular, que es curvada en sus lados y esquinas, siendo rematada con profusión lobular de pequeñas curvas. Dicha plataforma sostiene con gran simetría todo el conjunto monumental, del que como núcleo emerge el prisma central de base cuadrada que asciende profusamente ornamentado en sus planos. Completan la composición cuatro soberbios y engalanados caballos que se sitúan en las esquinas. En los paramentos verticales, sobresalen apoyados sobre ménsulas, sugestivos relieves con referencias orientalistas, cuatro sensuales figuras femeninas que, en su hermosa desnudez, son bordeadas con profusión de adornos, siendo coronadas por encima de sus cabezas con precisas estrellas rojas de ocho puntas, situando en la cúspide del monumento pináculos con formas redondeadas y remates puntiagudos que se alzan al cielo. También contemplamos hornacinas con arcos de tracerías orientalizadas, albergando en sus vanos ciegos, enigmáticos y recortados rostros antropomorfos oscuros. Asimismo, observamos diferentes aplacados de cerámica roja vidriada. Presencia de preciosos búcaros estilizados. Y en la base, sendas fuentes de pared, con profusión decorativa simétrica sobre fondo cerámico rojo.

El conjunto está armoniosamente flanqueado por cuatro destacadas esculturas de idéntico diseño, formadas por imponentes y armoniosos caballos de los que, entre sus dos patas delanteras aparecen niños-faunos, que fantásticamente sostienen y despliegan por encima de sus espaldas y cabezas una copiosa proliferación de ornamentos, rebosantes de formas embrionarias redondeadas, a modo de una hipotética cornucopia abierta de ondulantes frutos. Simbolizando todo, una fértil, rebosante y rica abundancia, que reemplaza formalmente la ubicación del crin en los potros. Corceles con aves oscuras de alas abiertas posadas sobre sus pechos, y enigmáticos signos-símbolos tatuados sobre sus cuellos. Potros que son montados a la grupa por jóvenes jinetes que abrazan formas frutales, sosteniendo con el brazo izquierdo alzado, ofrendas verticales rematadas con adornos redondos e hipotéticos frutos de piña. Prodigiosos faunos y niños-jinetes, que aluden a la mitología y a los elfos en la imaginación del artista. Estilísticamente, este monumento lleno de ornamento y fantasía, se puede situar entre un ecléctico modernismo tardío y un incipiente art-decó personalizado.

En sus orígenes, este singular monumento estaba situado sobre tierra firme y en la actualidad lo está encima de la bóveda que alberga la parada del TRAM. Sin ser un experto en la materia, uno piensa que el gran estruendo y las tremendas ondas expansivas de las mascletás durante les Fogueres de Sant Joan pueden llegar a afectar negativamente a la hermosa fuente de Bañuls. Partiendo del indudable interés colectivo de estas celebraciones y destacando su interés turístico y social, pienso que una comisión de expertos del Ayuntamiento podría buscar y encontrar un espacio alternativo, que fuese también céntrico y simbólico en Alicante para celebrar las populares mascletás, sin peligro para los monumentos emblemáticos de nuestra ciudad.

En definitiva, la hermosa Fuente de la Plaza de los Luceros, como la madrileña Puerta de Alcalá: ¡ahí está! Mirémosla! ¡Contemplémosla! ¡Cuidémosla! ¡Ahí está! Armoniosa, bella y elegante, viendo pasar el tiempo... Respetémosla como símbolo, historia y rico patrimonio de nuestro querido Alicante. Un patrimonio no siempre entendido ni valorado y, hasta muchas veces maltratado, en esta siempre acogedora, alegre y bulliciosa ciudad.

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