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Imán para lo malo

La novela como denuncia del mal que impera en la realidad: Imán de Ramón J. Sender

Imán para  lo malo

Imán para lo malo / JoséJoaquínMartínezEgido

José Joaquín Martínez Egido

Un jueves de noviembre de congreso en Madrid. Por las ventanas de la pecera del Círculo de Bellas Artes se ve el edificio de la sede del Cervantes. Estamos terminando de comer, Isabel, Carmen y yo, y surge la idea de que podríamos acercarnos allí porque hay una exposición sobre Sender. Mientras comemos, cada uno cuenta lo que sabe de ese autor y lo que hemos leído de él. Poco y poco. Se nos unió la otra Carmen, que acababa de llegar de Murcia, y estuvimos sobre dos horas viendo y, sobre todo, leyendo los documentos que la integraban. Al salir, «poseído» por lo vivido, no quería más que hacerme con una de sus novelas. Así que esa misma tarde, tras descartar Réquiem por un campesino y La Tesis de Nancy, ya leídas, en Gran Vía compré Imán (Cenit, 1930; Planeta 2022) y esa misma noche empecé a leerla y a sorprenderme.

Por suerte, durante su lectura, tuve muy presente su biografía aprendida en el Cervantes. La base de la historia la componen las notas que él mismo escribió durante su mili en Marruecos y las transpola a Viance, un muchacho oscense, como él, en su servicio militar durante la guerra de Marruecos. Sender escribirá en la edición de 1930, que esta novela «[…] trata de contar la tragedia de Marruecos como pudo verla un soldado cualquiera de los que conmigo compartieron la campaña» (p.69).

El argumento está dividido en 15 capítulos agrupados en tres partes: la cotidianeidad del campamento en la que se conoce el drama («A fuerza de comer carne de soldado deben entender la mili» (p.151), referido a los cuervos; la batalla de Annual, la catástrofe, con todo lo horrendo de la guerra y con los más de 10.000 muertos («Nosotros somos lo que en la prensa y en las escuelas llaman héroes» (p.192); y su licenciamiento y llegada a su pueblo («Nadie me espera. […] Todo es extraño. Y, sin embargo, tengo prisa por llegar» (p.375). Todo de forma ordenada en el tiempo y con un estilo eminentemente expositivo, directo y crudo. Aun así, en esa aparente sencillez, representada por la preponderancia de la frase breve y ordenada: «Las obsesiones son tenaces en los campamentos» (p.78) y la voluntad de plasmar la lengua real (!Zí, claro! (p.93); !Ojalá hubiera estao yo de guardia! (p. 92), se encuentra un excelente hacer literario con el uso de varios puntos de vista narrativos que le confieren altas dosis de renovación y modernidad.

Imán es el apodo de Viance en el pueblo. Trabajaba de herrero y !no había hierro en el taller que no hubiera chocado alguna vez contra sus huesos! (p.95). Sender lo convierte así en el representante del pueblo llano, de los sufridores vitales ajenos a una realidad que les sobreviene. Viance emprende un viaje hacia una total degradación vital que se va agravando página a página y que culminará de forma sencilla y magistral en el final de la historia. La novela es escritura comprometida, el arte al servicio de la denuncia, pero sin panfletos, sino con las acciones que se cuentan: «Les hace callar el estrépito de una ametralladora que dispara como el escape de gas de una moto» (p.145); «No es la guerra trágica y siniestra, sino el regreso de una cacería», (p. 77). El autor siempre está al lado de las víctimas, como periodista, como escritor y como persona, hablando del amor, de la amistad, de la patria, de la vida (memorable es la escena del encierro en las entrañas de un caballo (pp.240-241), de la familia... Y, paradojas del destino, en la Guerra Civil él será una víctima más que tendrá que sobreponerse a las muertes de su mujer y de su hijo y a su exilio posterior.

Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque recoge unos acontecimientos históricos particulares en la literatura española, y desarrolla un tema muy interesante como es el del mal, siendo una novela especial en el panorama literario de su fecha de publicación. También porque, a pesar de que su lectura no sea complicada, no lo es tanto el asistir a lo que nos cuenta; y porque, sinceramente, creo que es una de las mejores novelas españolas del siglo XX. Es lo que tiene comer en la Pecera del Círculo de Bellas Artes.