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Huachafería utópica

La música criolla como elemento identitario y cohesionador del Perú: Le dedico mi silencio de Mario Vargas Llosa

Huachafería utópica

Huachafería utópica / INFORMACIÓN

José Joaquín Martínez Egido

Comenzar el año leyendo la última novela de un Premio Nobel en español como Mario Vargas Llosa es saber que lo empiezas con buen pie, que no te vas a equivocar, y más cuando, según él, será la última novela que escriba (p.303). Y en esa clave la he leído y la he disfrutado: un escritor con una carrera literaria excelsa que declara que esta es su última novela. Y así desde el mismo título: Le dedico mi silencio (Alfaguara, 2023), la novela tiene ese sentido de clímax y despedida, de ese silencio en los momentos fundamentales del arte, o de las propias vidas (p.50). Ese es el mismo silencio que producía una comunión, una especie de éxtasis compartido, entre todo el público cuando la guitarra de Lalo Molfino cesaba.

La novela se configura en tres planos narrativos imbricados. El autor, por una parte, construye un ensayo, en capítulos alternos, exponiendo y argumentando sobre la música criolla, su historia y su importancia para el Perú, participando con su propia voz: «el orgulloso autor de estas líneas la considera el aporte más sublime» (p.25). Gracias a esta novela tengo una lista en Spotify con las canciones de Cecilia Barraza, Abanto Morales, Felipe Pingo, Rafael Otero, Chabuca Granda… y Lucha Reyes, de la que me declaro fan destacado, pues, conforme iba leyendo sobre el vals peruano, los diferentes géneros criollos y sus intérpretes, los iba buscando en la aplicación, y todos ellos han ido configurando una espléndida banda sonora para mi propia lectura de la novela.

Esta parte ensayística se desarrolla literariamente en los otros dos planos narrativos; por una parte, el autor convertido en narrador tradicional, en tercera persona, nos cuenta los avatares de Toño Azpilcueta, casado, con dos niñas, poco dinero, crítico de música criolla, «el ‘intelectual proletario’ del folclore» (p.13), en su vida diaria, caracterizada por su tesón, su amor a la música criolla y por sentir sobre su cuerpo la amenaza de ratas y un picor insoportable en su piel. Todo ello se verá trastocado al escuchar la mejor guitarra de su vida, al escuchar a Lalo Molfino: «El rostro de Toño estaba bañado por las lágrimas y su alma, abierta y anhelante, deseosa de reunir en un gran abrazo a esos compatriotas, a los hermanos que habían atestiguado el prodigio» (p.34). Y, por otra parte, Lalo Molfino y la revolución silenciosa, el propio libro que Toño escribe sobre la biografía de Lalo, la cual se desborda hacia la historia del Perú, su presente y lo que debería ser su futuro. La metaliteratura muestra la obsesión por la escritura, sobre todo en cuanto a los contenidos incluidos, a su estructura (p.169) y la voluntad de crear unos personajes, Toño y Lalo, muy complejos, parciales siempre y, en definitiva, símbolos existenciales. En él se expone la tesis de que la música criolla puede unir a todo el Perú, aboliendo la xenofobia y la falta de equidad (p.185). Y aquí entra la huachafería (p.143) en la que, mucho más allá de lo cursi es «una manera de entender el mundo de un modo diferente a los otros, algo más ingenuo y más tierno, menos culto pero más intuitivo y característico en cada clase social» (p.69), muy bien ejemplificada con el amor entre Lala y Toni. Esta utopía es la que invade los dos libros, el de Lalo («homenaje a Lalo Molfino y a la huachafería», p.72) y el de Vargas Llosa, eso sí, con diferentes finales. Creo que esta utopía, y la novela en sí, encierra las creencias y querencias del autor sobre su país, sus infinitas ganas de felicidad social frente a una realidad nada halagüeña. Por ello, de una forma casi naif, huachafa, propone una solución utópica que solvente los problemas y construya un buen futuro.

Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque es ejemplo de maestría literaria, de cómo se puede contar una historia de forma soberbia, hibridada con un relato ensayístico que ejemplifica, mediante el aporte metonímico de la música criolla, el amor que siente hacia su país y sus deseos de felicidad para todos sus habitantes; y porque, no deja de ser una auténtica despedida de todo lo que ha sido una labor artística literaria de toda una vida, a ritmo del vals criollo nos dedica su silencio. Un encanto.