El pellizco de la poesía

El pellizco de la poesía

El pellizco de la poesía / porLaurenGarcía

Lauren García

La poesía es un movimiento, con un punto de salida y otro de llegada en el desplazamiento de las palabras. Unida va toda su proyección, con la capacidad que posee para superar toda equivalencia lógica. Transciende los diccionarios para afirmar: «Cuando digo conocimiento digo poesía». Un encaje perfecto de amor casual, aparejado a la accidentalidad, al «todavía». Tras todo ello, cuando el poema impacta, llega «el desconocimiento». He aquí una de las claves que se pueden extraer de El arte de encender las palabras (La dimensión conmovedora de la poesía), ensayo de Berta García Faet (Valencia, 1988), una de las voces más personales de la joven poesía española.

El verso engloba filosofía y política, en su libre discurrir, para ser «el periplo de un pensamiento intrépido». El ensayo, según García Faet, pertenece al mismo género poético, sin entrar en tratados ni disquisiciones, sino en alcanzar esa conmoción. La poeta valenciana nos demuestra que un poema es la mejor biografía posible, condensando pensamiento y lectura, afín al mismo acto de escritura, prescindiendo de falsas rimbombancias. Una poesía que no es canónica, ni maximalista en su doctrina, sino una interacción e intersección de sentimientos.

García Faet busca el afán de conseguir la amplia realización de un acto puro, tanto para el escritor como para el lector. En lo poético, como «dimensión del lenguaje», hallamos un aire que nos renueve y nuestro lugar en el mundo. Nos hace entender que la utilidad de las palabras está en su poder de recreación. Al encenderse la luz poética no se merma el sentido informativo, ni el apelativo, metalingüístico y fático. La hermosura establece un diálogo, como se refleja en estos versos de Fabio Morábito: «No he amado bastante las sillas, / les he dado siempre / la espalda».

La relación de la poesía con la novela está más próxima de lo que se cree en la revuelta estética. García Faet pone como ejemplo al respecto la «Balada del viejo marinero», de Coleridge. Al corazón van anexas la facultades sensoriales y cognitivas del poema, frente a lo analítico. El tropo, paradigma de este ensayo, es «cuando y donde se cristaliza (o flota en el aire) la sugerencia de una poderosa incumbencia». La habilidad se basa en desplegar un amplio abanico de opciones al descubrir la poesía. Así se describe la primavera con poemas de Gil de Biedma, Eliot, Carmen Martín Gaite o César Vallejo; cada uno con su expresividad.

El de Faet es un ensayo culto y popular, con un atractivo resultado. La riqueza de las citas y comentarios llevan implícito un derroche de imaginación y búsqueda en la libre asociación de las palabras. Indagar hasta tocar la fibra, como un pinchazo en el pie, sin cosificar como ejercicio fatuo ni divinizar, que requiere sus servidumbres. La poesía no fracasa, porque no hace falsas promesas de transcendencia, tampoco es un puzle y equivocarse forma parte de esa negación. El lenguaje descarrila para adoptar la subjetividad de un color, una impresión que puede ser inverosímil.

El arte de encender las palabras lleva en su esencia una ruptura con la monotonía. Un viento que mueve todo, un pellizco, el yo más libre: egoísta y generoso.