En busca del fuego (del hogar)

Clara Monzó, poeta alicantina residente en Valencia, irrumpe en la poesía como un vendaval con Llevar la casa

Clara Monzó.

Clara Monzó. / porEduardoBoix

Eduardo Boix

Desde tiempos ancestrales, el hogar es el centro de todo. Cuando hablamos de hogar no nos referimos a la casa física, el hogar es, más bien, los que la habitamos, los seres físicos y etéreos que pueblan cada rincón del espacio. También podríamos indicar que el hogar son los recuerdos, las riñas, las dichas, los olores y los silencios. Existe una poética de ello. La Odisea no es más que el regreso de Ulises al hogar, ese lugar emocional que le ha infundido el valor suficiente para volver. Porque es el hogar el núcleo de todo, ese fuego que debemos conservar a pesar del tiempo.

En busca del fuego (del hogar)

En busca del fuego (del hogar) / porEduardoBoix

Llevar la casa, de Clara Monzó, publicado bajo el sello Isla Elefante perteneciente a la editorial Sloper, dirigido por el poeta Ben Clark, es un canto a lo hallado. Monzó nos sumerge en un mundo, nunca novedoso, pero sí contado bajo el prisma fresco de una poética muy personal. El primer poema, titulado «Corchos Gómez», es toda una declaración de intenciones:»En la tienda del barrio nos conocen. / Las figuras se ordenan por tamaños, / de siete, diez y doce -son las nuestras- / centímetros. Al fondo / hay un desván con arbolitos / y obras de complicada ingeniería / para los belenistas veteranos: /fuentes con agua de verdad, / molinos, ríos, puentes; / monedas y castañas crepitan». Se puede apreciar la visión de Clara. El poeta, más que saber escribir, debe saber mirar, y Monzó es una gran observadora. Su poética se basa en el detalle más que en la anécdota: cada poema suyo es como si estuviera decorando una gran casa de muñecas donde no debe faltar el detalle.

Si tuviéramos que encajar la poesía de Clara en un lugar estanco, como tendemos a hacer los escritores o críticos, podríamos definirla como una poesía de la experiencia. Pero ella va más allá: su poesía no se queda en el anecdotario de la acción, ella indaga en la emoción y la sensación vivida. Clara Monzó, con una fina ironía, nos muestra su impresión del acto vivido. El poema titulado «Una de Sófocle» es un claro ejemplo de ello: «Aunque te caiga mal de vez en cuando, / aunque tengas tus cosas / -no soporta el señor tanto gentío- / y estés siempre en tus trece; / si quieres irte pronto de la fiesta, / con la Contessa a medias, los dos besos / pendientes en la cara de mis tías; / si siembras nuestro cuarto con obstáculos / y te maldigo a oscuras (en voz baja, / no vaya a despertarte); / y aún si te pica el sol y buscas / el norte con un deje melancólico, / y aunque fabules (venga, dilo) con irte <