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En silla de ruedas y sin poder aparcar

Gaspar Hernández pide la tarjeta de movilidad reducida para lograr un aparcamiento bajo su casa

En silla de ruedas y sin poder aparcar

Gaspar Hernández Rogado tiene 76 años y padece una minusvalía del 52%. También sufre diversas enfermedades como fibrilación auricular, lumbalgia, osteoartrosis, problemas respiratorios y del aparato circulatorio. Por ello, precisa de una silla de ruedas para desplazarse y necesita los continuos cuidados de su familia. No obstante, ahora tiene que luchar contra una dificultad más, y es que no consigue la movilidad reducida para poder aparcar debajo su casa de Santa Pola.

Cuando Gaspar necesita desplazarse en coche, su mujer, María del Carmen Alario, es la encargada de ayudarle. Pero, cada vez que llegan a casa, esta tiene que dejar solo a su marido en el portal, mientras ella intenta buscar aparcamiento.

Alario afirma que llevan pidiendo la tarjeta de movilidad reducida a la Generalitat desde hace un año, pero siempre la deniegan. El Consell considera que para otorgar la movilidad reducida se debe tener una minusvalía igual o superior al 33%, la existencia de dificultades para utilizar transportes colectivos y tener un mínimo de siete puntos. Sin embargo, Hernández que cumple el porcentaje de minusvalía, recibe la negativa de la Generalitat porque sólo le reconoce tres puntos.

La familia de Gaspar continúa reclamando «la movilidad reducida para poder reservar una plaza de aparcamiento en la puerta de su casa». De hecho la situación es bastante delicada, Hernández ha sufrido diversas caídas en los últimos años por su estado de salud y teme salir a la calle y sufrir un accidente similar.

Según informó Alario cuenta con el apoyo del Ayuntamiento, que le aseguró «una plaza reservada en menos de 48 horas, cuando tuviera movilidad reducida».

El discapacitado sí que posee una tarjeta de estacionamiento para poder dejar el vehículo de forma temporal en otros vados para minusválidos. No obstante, su mujer asegura que «eso no es suficiente» y no se cansará de pedir «la movilidad reducida y un aparcamiento, para que su marido pueda continuar saliendo a la calle sin ningún temor».

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