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«Que hagan hablar a los testigos y que les saquen lo que saben»

La familia recibe como un mazazo la noticia de que la inspección se da por concluida sin resultados La madre se resiste a creer que la esperanza de hallar los restos de su hija se haya esfumado de nuevo

«Que hagan hablar a los testigos y que les saquen lo que saben»

Desconsuelo es seguro una palabra que se queda corta para definir lo que los padres de Remedios Ludeña Gea debieron de sentir ayer tras escuchar que la revisión del pozo ha concluido y que los restos de su hija no están allí; después de haber pasado los últimos diez días viendo como la Guardia Civil trabajaba en una nueva pista que indicaba que la joven fue asesinada la misma noche en que desapareció y que su cuerpo fue arrojado allí, a un pozo de 16 metros de profundidad, a pocas manzanas de casa. Pensando que hubiera podido estar escondido allí 24 años. Y que al final no lo está. Sencillamente no podían hacerse a la idea.

Remedios Gea se aferraba ayer a que no han buscado del todo bien. A ver si no han llegado al fondo... ¿Y si en algún momento lo vaciaron y sacaron sus restos...? «Yo agradezco todo lo que han hecho, pero siempre voy a tener la duda de si no han dado con ella», decía sobre las 17 horas, cuando se acercaron para ver cómo seguía la revisión de los últimos centímetros y se encontraron con que apenas quedaban allí algunos periodistas y los trabajadores de la empresa que ha inspeccionado el fondo recogiendo herramientas, porque ya se sabía que no había nada. Su marido, Pedro Ludeña, menos hablador que ella, no podía evitar preguntar, «¿pero... han podido mirar también por las paredes?».

Les aseguraron que la revisión ha sido tan minuciosa y con tanta implicación personal de quienes han trabajado en ella que pueden jurarles que su hija allí no está. Uno de los responsables de la empresa «Excavaciones y Montajes Vigueras» le explicó cómo lo han hecho, paso a paso, hasta llegar a la roca y a las filtraciones de agua del mar. Pero Remedios Gea sigue insistiendo en que ella ya había escuchado en boca de otros vecinos del barrio que la noche en que faltó su hija alguien abrió ese pozo, que la oyeron gritar allí cerca, que una mujer vestía la chaqueta de su hija, que rellenaron el foso con escombros... «Póngase en mi lugar y dígame qué pensaría», decía, «para mí todo llevaba al pozo».

La Guardia Civil ha vaciado el foso palmo a palmo, revisando cada fragmento y cada objeto. Y todo ello siguiendo las pistas de algún testigo que se ha decidido a contar lo que sabe -lo que vio, o lo que oyó- aquella noche. «Que hagan hablar a los testigos que saben tanto, y que les saquen lo que saben... A ver si les hacen hablar y se acaba este calvario, que a esto le llaman El Calvario pero el calvario es lo que llevo yo», expresa al borde de las lágrimas y en referencia al nombre del barrio.

«Venga, vámonos a casa con nuestra pena», le dice a su marido. Casi arrastrando los pies se vuelven a casa sin una respuesta. «Me quedo peor que antes», dice ella, «porque ahora tengo que seguir viendo todos los días a gente que sabe lo que le hicieron, que a lo mejor no son culpables, pero lo saben». Están ambos convencidos de que hay mucha gente del barrio que sabe más de lo que ha dicho y no entienden en qué conciencia puede caber no contarlo.

«Ojalá»

«Ojalá estuviera viva; pero no, ella no habría dejado a su hijo porque le quería con locura», cree su madre. La joven tenía un niño de dos años cuando desapareció, al que Remedios y Pedro han criado como a su séptimo hijo. Las esperanzas de dar con ella con vida están más bien agotadas para los padres, que tenían expectativas reales de dar con sus restos «para que descanse en paz, para descansar nosotros». Por la mañana Remedios lamentaba que ha sabido por alguien que a los ocho meses de desaparecer su hija limpiaron o vaciaron aquel pozo, y cree que ahí puede estar la clave de que no la hayan encontrado.

El tiempo transcurrido es una losa que les pesa de forma inevitable, porque «aquí hay muchos responsables, esto se tenía que haber hecho hace mucho tiempo y sabiendo que había una persona desaparecida no deberían de haber permitido que echaran escombros al pozo, ¿o es que estaban escondiendo algo?». La pregunta sigue sin respuesta, tristemente, porque Remedios y Pedro dicen que han tocado a todas las puertas y ya no saben qué más hacer. Lo que tienen claro es que no van a dejar de intentarlo, que contratarán un abogado, que volverán a entrevistarse con la Policía Judicial... cualquier cosa para que nadie se olvide de que su hija aún no está y de que ellos aún la esperan.

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