Vivir en una cueva en Alicante es posible hoy en día. En la partida rural alicantina de La Alcoraya se conservan más de 60 cuevas y casas-cueva, la gran mayoría de las que hay en todo el municipio de Alicante, algunas en perfecto estado y completamente habitables. Su origen exacto se desconoce y casi todas se han ido heredando generación tras generación.

Desde la Prehistoria, el hombre ha utilizado las cuevas como lugar para vivir, cobijarse de las inclemencias meteorológicas y protegerse de sus enemigos, y aunque en la época Ibérica cayeron en desuso algunas culturas como la árabe recuperaron su uso en distintas zonas de España. En el caso de La Alcoraya, su origen en el tiempo se desconoce, pero algunos estudios equiparan su construcción con la misma época que las cuevas de Crevillent, en el siglo XVIII, y hay quien afirma que se pudieron deber a la necesidad de dar cobijo a los cientos de trabajadores que acudieron para trabajar en las minas de mercurio que hubo en la partida.

Vivir en una cueva

Lo que si está claro es el origen humilde de estas construcciones y de la gente que las habitaba. Eran familias que no tenían tierras y que por lo tanto no podían hacerse una casa. Sin embargo las lomas eran tierras de deshecho a las que no se les daba valor y fueron en estos montículos nada útiles para la agricultura donde se hicieron.

Vivir en una cueva

En la construcción de una cueva se empezaba por dar un corte vertical al terreno para hacer la fachada, donde se hacía el orificio de entrada, más o menos en el centro, que serviría de puerta, en forma de arco, penetrando en el terreno un metro o metro y medio para dejar a ambos lados lo que serían los muros de carga de la cueva. A continuación se excavaba la primera habitación, siempre en terreno arcilloso, fundamental para que los techos aguanten tras las sucesivas capas de agua con yeso. A partir de esa habitación inicial se seguían excavando galerías que daban paso a otras habitaciones, dos o tres por lo general. A algunas de ellas se accede incluso atravesando la habitación anterior. Otra estancia era la cocina, donde se ubicaba el hogar y el horno, principalmente para cocer el pan, y con su chimenea para evacuar los humos, que servía también como única vía de renovación de aire además de la puerta. El pastador, lugar donde se amasaba el pan, «solía ser una habitación cercana a la cocina», según comenta José Vicente Pastor, propietario de dos de estas viviendas. En algunas cuevas, si quedaba alguna habitación próxima a la fachada se solía hacer una ventana.

Vivir en una cueva

Este tipo de construcciones presentan una ventaja fundamental, y es el aislamiento que proporcionan. La temperatura interior «se mantiene estable entorno a los 18-19 grados durante todo el año», explica Pastor, por lo que en invierno no hace falta calefacción y en verano resultan muy frescas. La pega, su escasa ventilación: para que corra algo de aire hay que tener la puerta abierta y la chimenea. De ahí su olor característico, entre a humedad y leña, aunque no son realmente húmedas. Por eso muchas de las modificaciones que han ido haciendo los propietarios han sido añadidos a la fachada para aumentar los metros habitables, pero sobre todo para hacer baños con ventanas, ya que las primitivas no tenían lugar donde sus moradores pudieran hacer sus necesidades. «Otra pega importante desde el punto de vista de los olores», según comenta Alfred Quirant, vecino de La Alcoraya, nacido y criado en la partida rural alicantina, y que ha investigado y escrito bastante sobre este tipo de construcciones.

Una casa cueva en la que se aprecia la ampliación delante de la vivienda horadada en la loma. ALEX DOMÍNGUEZ

Quirant explica que «ahora se han rehabilitado muchas y que hay algunas alquiladas y otras se usan como segunda residencia». En los años 70 hubo un importante éxodo de población de la que fue la partida rural más poblada de Alicante en los primeros tres cuartos del siglo XX, convirtiéndose en una de las más deshabitadas tras el abandono de la minería y de la actividad agrícola en sus más de 13,2 kilómetros cuadrados de extensión. «La mayoría nos fuimos a San Vicente o a Alicante en busca de empleo», comenta. El censo se ha ido recuperando poco a poco, pasando de los 192 en 1997, a 284 en 2007, siendo la última, la de 2019, una alentadora cifra de 341 vecinos y vecinas.

Vivir en una cueva

Vivir en una cueva ALEX DOMÍNGUEZ

Josep Vicent Berenguer es un vecino nacido en La Alcoraya que vive en una casa-cueva y que ha rehabilitado hace poco otra heredada y que actualmente utiliza una de sus hijas. Como en el caso de la mayoría de los propietarios de las casas-cueva de La Alcoraya, Berenguer inició su restauración por una cuestión sentimental, por mantener un legado, un patrimonio cultural e histórico. «Al principio pensé incluso dedicarla a alojamiento rural, pero luego mi hija se encaprichó de ella y ahora viene muchos fines de semana con sus amigos». Lo cierto es que está reformada con mucho gusto. Tiene una gran estancia central a la entrada, a la izquierda está la cocina con la chimenea y la despensa, al frente el dormitorio y a la derecha el salón o sala de estar. Entrando a la derecha se ha habilitado un espacio adicional que sobresale un poco de la fachada para instalar el cuarto de baño. La cueva tiene todas las comodidades.

Josep Vicent Berenguer calcula que hay más de 60 en toda la partida de La Alcoraya, de las que la mayoría están en buen estado, pero este tipo de construcciones requieren de un mantenimiento. Los problemas vienen tanto si hay demasiada humedad como si el terreno se seca mucho, puede haber desprendimietos de partes del techo tanto por exceso como por defecto.

La cueva que ha reformado hace poco José Vicente Berenguer y que tiene todas las condiciones de habitabilidad. Alex Domínguez

Actualmente existe oferta en el mercado inmobiliario de casas-cueva, que pueden ir desde algo más de 200.000 euros, con nueve habitaciones y tres baños, a otras más modestas por 80.000 euros. También hay algunas alquiladas, como segunda residencia. Lo cierto es que La Alcoraya es un lugar tranquilo para vivir o alejarse del bullicio de la ciudad los fines de semana.

El actual Plan General ahoga el crecimiento de la partida rural 

Una de las principales cuestiones que según los vecinos de La Alcoraya está ahogando el crecimiento de la población de la que llegó a ser la partida más poblada de Alicante es el actual PGOU, que en la práctica supone la imposibilidad de construir. En 1982, tras las graves inundaciones sufridas en el municipio, una gran parte de La Alcoraya se declaró zona inundable. Sin embargo, los representantes vecinales consideran que tras la construcción de la conexión con la AP7 y el AVE las conducciones de agua han cambiado y «han caído fuertes lluvias sin que haya pasado nada». Lo que pretenden es que se modifique el Plan General y se permita construir en unos 10.000 metros cuadrados (actualmente son 20.000), que se ordene para poder tener suelo urbano, por lo menos en las dos zonas históricamente más pobladas, «como tienen las demás partidas rurales, para que la gente joven pueda seguir viviendo aquí y no se tenga que marchar porque no se puede levantar una casa».