La ola del super hombre y la super mujer, de las bellísimas personas, la eficiencia y la excelencia hay veces que apetece pasársela por el forro.

La psicología positiva y el Mr. Wonderful en ciertas ocasiones pueden producir vomitera más que buen rollo. Y es que, como en todo, los extremos no son representativos de nada. Tú eres capaz de hacer cosas maravillosas, por supuesto, pero también de fallar.

Hay días malos, meses malos y temporadas malas y si encima vienen a decirte ‘Hoy es un gran día para tener un buen día’...pues ya se ha montado el lío.

No discuto que la vida es genial, pero por eso mismo has de permitirte en algún momento dejar de sonreír, errar, fracasar, fallar, meter la pata, cagarla o como sea que te expreses cuando te sientes así.

Como en el yin y el yang, ha de haber un equilibrio entre las fuerzas del bienestar y las del malestar. Primero para saber cuál es la diferencia y segundo para reconocer que la vida es un vaivén y que la obsesión por la búsqueda de la excelencia personal hay días que repatea un poco y hay que soltarla si no quieres reventar de estupidez.

Con esto vengo a decir que permitirse fallar es necesario para mantener una conexión verdadera con la Fuente, porque el que no falla, el que siempre es perfecto, o se miente o actúa.

Image by Mr. Wonderfuck, alternativa bizarra a Mr. Wonderful

Por muy ‘en el camino’ que estés surgen crisis, bajones de motivación, surgen problemas, hay mañanas que te levantas de la cama y parece que tu GPS vital se ha estropeado, la señora del Google Maps ha dejado de hablarte y no sabes qué camino tomar.

A mal tiempo buena cara

Esta frase me cae bastante mal, no siempre apetece.

Reconozco que me equivoco, que cometo errores evitables en la manera en que me relaciono con las personas, con mi mujer, con mi familia. Reconozco que me surgen dudas sobre mi futuro profesional y vital y que hay días que no me soporto.

La manía de querer ser mejor persona y ponerte al servicio de los demás es un trabajo arduo porque exige de una dedicación absoluta. Hay días que no me sale bien y fallo estrepitosamente.

Claro está que de los errores se aprende y que muchos fallos pueden provocar un acierto, las dianas están llenas de agujeros por todos lados, no solo en el centro.

El que no falla es porque no se moja, el que no se equivoca es porque no se arriesga, en definitiva, el que no la caga es porque no vive, no sale de su armadura y no comparte con los demás sus triunfos y sus miserias.

Hoy, y sin que sirva de precedente, quería compartir mi estado de aturdimiento, pero ya me encuentro mejor y, sin miedo a equivocarme, te recomiendo que reflexiones sobre esto de equivocarte.

Flaquear te hace real

Seamos realistas, no eres un ángel, no eres un superhéroe ni un príncipe azul. Puedes fallar en el trabajo, en la pareja y en la vida, pero eso en vez de alejarte de tu motivación vital te ha de acercar a verte como lo que eres, un humano imperfecto en busca de fe, amor y rumbo.

Si pierdes el rumbo vendrán nuevos vientos que te llevarán a puerto, pero de vez en cuando afloja las velas, mírate, deja de correr detrás del éxito y reconócete como un mortal que en ocasiones debe sentarse bajo un árbol a no hacer nada.

Cuando llegas a este punto y te dedicas a contemplar, la Fuente te recuerda que no has venido a ser nada, no has venido a ser nadie, has venido simplemente a ser y, seas como seas, eres perfecto siempre que tú te sientas bien. Y cuando no te sientas bien, déjate de Mr Wonderfuls y permítete fallar, si no lo tomas como norma, fallar forma parte crucial de tu crecimiento. El fallo de hoy puede ser tu victoria del mañana.

Sé auténtico, no perfecto y si hoy no puedes ser auténtico, no te lo tengas en cuenta. Manera 44 de conectarse a la Fuente: Permítete fallar.