En este mundo que cada día se desparrama con mayor viscosidad por sus bordes se hace necesario que aprendas a establecer límites o tú también serás atraído pegajosamente hacia un camino que no es el tuyo, una vida que no es la que realmente quieres vivir.

Para dar forma a tu biografía has de saber poner límites, establecer unas mínimas fronteras que permitan a los demás saber dónde te sitúas, cuáles son tus legítimos intereses y hacerte respetar.

Si te cuesta decir NO sin sentirte culpable, si te resulta complicado expresar lo que verdaderamente piensas, si te es violento defender tus derechos, entonces es que tu YO se está diluyendo entre los YOES que te rodean, convirtiéndote en un ser cada vez más diminuto y amorfo, un ser que ha confundido ‘quién eres’ con ‘quién quieren que seas’.

Image by Brion Nuda Rosch

Auto móvil

Si tienes dificultad para establecer límites seguramente es porque tienes una baja autoestima, un bajo nivel de autoconocimiento, o ambas son correctas.

A menor autoestima menor autovaloración y si tú no te valoras te relacionarás con personas que tampoco lo hagan, por lo que serás alimento fresco del que se nutran los demás.

A bajo nivel de autoconocimiento tendrás objetivos vitales sin definir, caminarás como un vagabundo en pos de nada, cual veleta, y por tanto serás víctima fácil de quien quiera hacer de ti su instrumento. Absorberán tu tiempo, ese que aún no has decidido en qué debes emplear.

La asertividad debería enseñarse en la escuela en un hueco entre la clase de raíces cuadradas y la del nombre de los ríos. Seguro que sabes dónde nace el Ebro, si no lo recuerdas siempre tendrás la Wikipedia, pero ¿sabes cómo fortalecer tu autoestima?

Miedo al conflicto

En el aspecto de poner límites, por ponerme como ejemplo, mi problema se daba en el miedo al conflicto.

En mi familia como en tantas otras de la época siempre se ha jugado a ‘no pasa nada’, ‘todo está bien’, ‘ no hables de eso delante de él que se ofenderá’, ‘ahora no es momento de sacar este tema’… mil excusas para evitar la sana resolución de un conflicto. Ante este entorno, en cuanto huelo la disputa tengo la tendencia a huir o a ceder.

Cuando eres laxo a la hora de defender tus intereses, tragas mucha quina y en tu interior la frustración funciona como acelerante de la rabia y la ira, entonces se te presenta cualquier ocasión y en círculos muy íntimos explotas, con tu pareja, con tus hijos, con el perro, con un amigo, con tu familia. Es el efecto rebote de no saber poner límites.

Una persona que siempre dice que sí, una de tres, o acaba deprimida o enferma o con ataques irreverentes de ira.

Lo que no te atreves a verbalizar de manera sosegada en ciertos ámbitos exógenos, cuando te encuentras en ambientes de mayor confianza, eres capaz de escupirlo todo a la vez entrando en ignición cual lanzadera en Cabo Cañaveral.

En aras de la armonía, con frecuencia toleras la injusticia o no te atreves a exigir lo que necesitas, pero ya deberías de saber que eludir los conflictos no significa librarse de ellos, bien al contrario va creciendo el monstruo en un guion interno imaginario hasta convertirse en un serial radiofónico mental que te absorbe la energía.

Siempre que actúas de una determinada manera es porque extraes algún beneficio en ello, en este caso seguramente tratas de evitar el rechazo, la crítica o la culpa.

No aprender a establecer límites hace que los demás dirijan aspectos de tu vida, no todos, pero sí los suficientes como para que te sientas arrastrado hacia donde no quieres virar.

Atrapado en el otro

La pareja, los amigos, los hijos, los jefes, la familia, los ex, los compañeros de trabajo, son personas que, muchas veces sin quererlo, te coaccionan para que hagas o actúes cómo a ellos les conviene. Si siempre has sido ante los demás un extenso y verde prado lleno de pasto, seguramente hoy te sientes colonizado, invadido e incluso atrapado en los límites de otros.

Si tienes claros tus objetivos sabrás dónde colocar la frontera, aprenderás de una vez a distinguir lo que haces por compromiso, por obligación o porque te apetece. Tu vida es un mix de estas tres circunstancias, siempre tendrás compromisos a los que acudir y obligaciones que atender, pero saber distinguirlos y ser consciente de ello te permite delimitar los lindes.

Estar en contacto contigo mismo y con la Fuente te hace tomar conciencia de dónde están tus vallas y podrás colocar la puerta bien visible para que quienes tienes a tu alrededor tengan que llamar y pedirte permiso para entrar.

No es cuestión de encerrarse, es cuestión de filtrar qué deseas en tu vida, cuándo y cómo y reeducar a tu entorno.

A tiempo de ceder siempre estás pero primero construye tu frontera y cuando domines tu terreno, lo pongas en orden, lo cultives y florezca, podrás abrirte de par en par porque nadie osará traspasar el umbral de tus límites.

Manera 86 de conectarse a la Fuente: Pon límites.

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