De la noche a la mañana y por sorpresa, Disney ha sacado el hacha y ha fulminado una de las series con las que aspiraba a plantar cara a las plataformas de la competencia. Sin que se hubiera terminado la emisión de la primera temporada y mientras sigue emitiéndose semana a semana, "Y. El último hombre" ha sido cancelada. Aspiraba a convertirse en una de las series del año, pero su prematura cancelación la ha descendido al infierno de los grandes fracasos. Y eso que lo tenía todo para arrasar. Pero no ha sido así. A falta de tres episodios del final de su primera temporada, ya es historia. Y después de lo que ha pasado, no tengo muy claro si habrá mucho público interesado ya en ver lo que queda. Ha sido todo un tiro en el pie porque cualquier intento de atraer a nuevos espectadores se ha ido como si tiraran de la cadena del retrete. Sin embargo, su actual showrunner, Eliza Clark, no se rinde y busca un nuevo hogar donde continuar la historia. Y las miradas están puestas ahora en HBO Max.

La plataforma del ratón había ido cosechando un éxito tras otro tanto con sus títulos Marvel como con sus extensiones del universo Star Wars. La compra de la Fox añadía un amplio abanico a su catálogo, con la incorporación de todas sus series y de la plataforma Hulu (la responsable de El cuento de la criada). En el pack venía esta adaptación de "Y. El último hombre" que llevaba dando tumbos desde el año 2015. La serie está basada un cómic de la línea de cómics para adultos de DC, bautizada como Vertigo, escrito por Brian K. Vaughan  y dibujado por Pia Guerra y publicada entre 2002 y 2008. La trama nos trasladaba a un mundo postapocalíptico donde un misterioso virus había hecho desaparecer a todos los hombres de la Tierra. Quedaban solo las mujeres para tratar de reconstruir la civilización. Pero no todos los hombres murieron. Hay un único superviviente y que se convierte en la pieza clave para conocer las causas de la misteriosa pandemia y la continuidad de la especie humana. Yorick se convierte en una especie de tesoro o de pieza a capturar para las distintas facciones de este nuevo mundo. Con semejante trama, Hulu tenía en las manos material para contarnos una nueva distopía destinada a convertirse en sucesora de The Walking Dead o de El cuento de la criada. Viendo cómo les va a estas otras dos series últimamente, a lo mejor debería haberse buscado otros referentes.

El proyecto parecía estar gafado desde el principio, ya que pasaron unos cuantos años entre la pugna por hacerse con los derechos, las tensiones por las diferencias creativas donde entraron y salieron varios guionistas para cimentar el proyecto. Y cuando todo estaba listo para comenzar el rodaje, llegó la pandemia del covid y la paralización de todo a causa del confinamiento. Hollywood Reporter informaba esta semana de que detrás de la cancelación estaba que el 15 de octubre acababan los contratos del reparto. Durante los meses de las restricciones, se habían ido renovando sin mayor problema. Pero esta nueva firma iba a incrementar los costes de producción en tres millones de dólares. Los ejecutivos han hecho sus números y han decidido que no les interesa continuar con la serie. Da igual que la temporada no haya acabado, o el dinero gastado en la intensa campaña publicitaria. Los números no salen y ha llegado la hora de bajar el telón. Con la misma contundencia con la que actúa esa extraña plaga que en la ficción elimina a todas las personas con el cromosoma Y.

Aunque a nadie se le escapa el hecho de que otro de los motivos puede ser que la repercusión de la serie ha sido mucho más limitada de lo que se esperaba. Tenía buenas críticas, contaba con una buena producción... Gustaba pero no apasionaba. A estas alturas, ¿alguien duda de que si se tuviera que renovar El juego del calamar para una segunda temporada, los sueldos de los equipos serían algún problema? El problema es que a la serie le faltaba algo. La escena del estallido de la plaga es impactante y engancha, pero a medida que avanzan los episodios la narración es un tanto plana y el interés va decayendo. Quizá se deba a esa manía que tienen algunas series de guardarse esos bombazos de guión como si fueran sus tesoros para soltarlos en un momento estratégicamente elegido, olvidando que para el camino necesitan algo más. Sembrar las semillas para que el espectador quiera continuar el viaje y que tenga la paciencia de aguantar hasta que llegue ese momento. Aunque esto era algo que podría haberse corregido en cualquier momento, en lugar de cortar por lo sano. Había muchas ideas interesantes en una serie dirigida mayoritariamente por mujeres para hablarnos de un mundo donde el género masculino desaparecía.

En la otra cara de la moneda, esta semana ha terminado en Disney la primera temporada de Solo asesinatos en el edificio y que sin comerlo ni beberlo se ha convertido en uno de los bombazos de la plataforma durante este otoño. Puede que para una generación sea la serie de Selena Gómez, pero para los más mayores es la de Steve Martin y Martin Short. Los dos actores son todo un referente en la comedia norteamericana de los 80 y parte de los 90 y vuelven a unir sus talentos. La muerte de un inquilino en un exclusivo edificio de Manhattan une a tres personajes muy diferentes para investigar el misterio que se esconde tras este caso, cerrado precipitadamente por la policía por considerarlo un suicidio. Tres perdedores que buscan purgar sus propios demonios interiores a través de estas pesquisas. Semana a semana, ha sabido ir conquistando a su público y a arrastrar a nuevos espectadores, combinando la comedia y el género policiaco. Hasta el punto de que ya ha conseguido ser renovada para una segunda temporada. A lo largo de sus diez episodios ha contado con un reparto de secundarios de lujo, entre los que se encuentra Sting interpretándose a sí mismo. La serie juega con los tópicos más sobados del género policiaco para, cuando parece que todo va encaminado en una dirección, dar un nuevo giro y desordenar las piezas sobre el tablero. Episodios de media hora duración con el propósito de ofrecer un entretenimiento sano. Incluso hay hueco para la innovación con un episodio prácticamente mudo (el séptimo), en el que se pone el foco en uno de sus personajes que padece sordera.