Las personas que por desgracia padecemos la enfermedad de moda en el siglo XXI, o sea, tenemos cáncer. Desde el mismo momento que nos lo diagnostican, nuestra vida da un giro de trescientos sesenta grados y no solo nuestra vida, si no, las de las personas que nos rodean y comparten con nosotros este camino, mujer, hijos, padres, hermanos, amigos…

Desde ese mismo instante, los humanos que padecemos esta maligna enfermedad, nos envolvemos en una coraza, cuyo coctel de sentimientos se entremezclan anárquicamente. Cada día que despertamos, al sueño de la noche. Es una nueva jornada que la vida nos brinda, para poder realizar, como cualquier persona la cotidianidad del día a día, aunque se valora más.

Lo que es cierto, que los hombres y mujeres que padecemos cáncer, somos una nueva casta, que resurge de entre las personas. Valientes, esperanzados y sobre todo, aferrados a la vida, por la que hay que luchar y defender, día a día. Ganando las batallas que haga falta, para al fin, conseguir ganar la guerra a esta puta enfermedad. Que irrumpe agresivamente en nuestras vidas, aleatoriamente, como una lotería, sin razón de ser y sin tener en cuenta a la persona, por su raza, religión, sexo, etcétera.

Aunque dicen que todas las comparaciones son odiosas. Es como los condenados a muerte en EEUU, que están esperando su ejecución, en el corredor de la muerte. Y que está se consumara un día, aunque también es cierto, que puede llegar el esperado indulto del gobernador, que anule la sentencia de muerte.

Es muy duro, vivir el día a día, con tratamientos agresivos de quimioterapia, radioterapia, hormonoterapia. Y todavía más duro, subsistir con la incertidumbre o el desasosiego de que cada x tiempo hay que hacer los controles y las pruebas diagnósticas necesarias, para averiguar cómo se ha comportado la enfermedad. Si ha avanzado, si se ha detenido, etcétera. Lo que está claro, es que es otra forma de vivir y ver la vida. Sobrevivir, con la esperanza de poder seguir viviendo, que ya es bastante.

Cada nuevo día que amanecemos, personalmente como buen creyente, le doy gracias a Dios, de que me deje disfrutar de mi familia y de las cosas a las que amo. Lo que nos da terror a las personas que padecemos este tipo de dolencia, son los dolores y el no poder ser autosuficientes, para desarrollar nuestra vida cotidiana, o ver el deterioro físico o síquico que esta dolencia y su tratamiento conlleva, eso es otra tortura añadida. Son daños colaterales muy difíciles de evitar.

Aunque también es cierto, que no siempre la palabra cáncer es sinónimo de muerte. También es sinónimo de esperanza, de vida y sobre todo, de fe. Muchas personas, sin irme más lejos un servidor, aprovecho este nuevo estatus, que por desgracia me ha brindado la vida, de enfermo de cáncer, para ponerme al día en mi vida, espiritual e inmortal. Esa vida, que muchos olvidamos cuando todo va bien. Cuando nuestra salud es inmejorable. Cuando va todo de dulce, cuando el tren recorre la vía de la fortuna y todo es de color de rosa.

Hay momentos cotidianos, que una risa rompe todos los niveles de preocupación y te olvidas por un instante que estás enfermo. Esa risa, es la mejor terapia para todas las personas que convivimos con el cáncer. Hay que reír mucho y a diario, que para llorar ya tendremos tiempo.

Personalmente cada vez que voy al hospital, a ponerme un gotero de medicina de esperanza. O cada vez, que voy a realizar una prueba diagnóstica, las piernas me tiemblan y el terror se apodera de mí ser, pero esto, es lo normal y lo humano. El miedo es una sensación positiva, pues te hace más valiente para superarlo, no olvidando que hay que mirar con alza de miras, hacia el futuro. Hay que pensar que todos estos medios, que por suerte tenemos, en nuestro país y a los que no les debe afectar bajo ningún concepto, los recortes del Ejecutivo de Mariano Rajoy, son nuestras armas para combatir sin descanso, a las células malignas, que nadie ha invitado y que han violado nuestro espacio vital. Nuestro templo de la vida, sin ningún permiso, por eso, tenemos la obligación de destruirlas y expulsarlas de nuestras entrañas para siempre.

Con este nuevo artículo, sobre la enfermedad que padezco, el cáncer. Lo único que pretendo, es animar y dar aliento a muchas personas que como yo, también padecen esta enfermedad y que con valentía están siguiendo los tratamientos, que les indican los facultativos. Con la esperanza, de que nos vamos a curar y si no es así, que por lo menos, vamos a mantener a raya a esas células invasoras, que lo único que pretenden, es arrebatarnos nuestro bien más preciado, la vida.

Cada día somos más personas que por desgracia nos detectan esta enfermedad. También es cierto, que cada día que pasa, la ciencia va avanzando de manera sobresaliente, en tratamientos y técnicas nuevas, que si Dios quiere y no se tardara mucho, los científicos darán con la llave que abra la puerta de la esperanza y el cáncer será curado, como una enfermedad más, a la que se ha derrotado ya, en la actualidad.