¿Puede un escritor ser un criminal?. En una vuelta más a la tuerca del oficio, muchos autores de literatura negra han planteado al escribiente como definitivamente el asesino. Los tópicos llenan libros: psiquiatras esquizofrénicos, policìas delincuentes, médicos matarifes, abuelitas maléficas o papa noeles satánicos. Yin y yan. Una vez me preguntaron a que debía mis conocimientos de anatomía. Al arte de pelar pollos, limpiarlos, abrirlos deshuesarlos. Aprendí a distinguir un bazo de un estómago abriendo el vientre del cadáver de una gallina. Corazón de ternera y esófago de buey. El escritor de crímenes no es un criminal, aunque le gustaría serlo. Al escritor le gustaría ser cualquier personaje, vivir cien vidas, transformarse en mil personas, animales o cosas. Un escritor simple, modesto, huraño con el lenguaje, juega con un colt bajo la lluvia. Está cargado, su tambor tiene balas. Todos los lectores, automáticamente, saben que ocurrirá. Pero éste se vuelve contra su línea, apunta recto hacia el lector que sorprendido por la maniobra vé como se moja, como le corre el agua por el gabán, como gotea la boca del cañòn. Cuando suena bang, tris bang exactamente, al lector sólo le dá tiempo a tocarse el centro ensangrentado de su frente.