Al parecer el doctor Gutman, de Ohio, una autoridad en hemorroides, publica en su web que la sana costumbre de leer en el váter es pernicioso para las susodichas. Estar sentado en esa posición, la de la taza porcelánica occidental, es altamente agresivo para las inflamaciones de los globos o cojines incrustados en la pared anal. El caso es que leer, así tal cual, nos retiene en semejante posición hasta acabado el artículo, tal vez el capítulo y quien sabe, en algunos extremos casos, el cuento entero.

"Cultureta de váter" es el término acuñado en esta zona del mediterráneo para semejante práctica, por otro lado sumamente extendida. Yo mismo dispongo de un banco pequeño repleto de revistas y libros de arte para el momento de la suma ejecución. No hay nada más didáctico y reconfortante que comprender a los demás mientras uno evacua ideas contenidas. Ayer leía, me dice un colega ante el cual comento este asunto, a Benjamín Prado, sentado en el trono. Por casualidad había tormenta. Se fundieron poesía, excrecencias y truenos, en una triada mágica, subliminal, apoteósica. Y es que este colega es muy suyo y muy dado a las resoluciones escatológicas, cuestión por otro lado, altamente levantina.

Entre culos anda el juego. El doctor añade la lectura a diversas causas, mala alimentación, excitantes naturales o artificiales, pantalones estrechos, etcétera, etcétera. De momento decido seguir leyendo, (las mejores piezas sueltas de la literatura las he devorado en el váter) y decido conservar este espacio como segundo despacho. Las almorranas, pués, deberán de esperar otra ocasión. Tal vez cuando me decida a leer las memorias de Aznar, ese gran hemorroidinámico de nuestro tiempo.