¿Que influjo terrible produce la prostitución en un tanto por ciento de la población masculina?, ¿que causas motivan, al menos en el primer mundo, hiperdesarrollado, con información apabullante y bienestar social, que el comercio de la carne siga desbordando todas las previsiones?. En definitiva, ¿que obliga al varón a frecuentar y consumir un producto creado para su imagen y semejanza?

Múltiples causas definen el abanico varonil que frecuenta el mundo de las putas. El sexo pagado, cobrado, no amistoso, (la hostilidad se disimula y se cubre con dinero), crea una frecuencia mental especial que nada tiene que ver con el famoso y usado morbo. Hombres casados, con parejas estables, relaciones consolidadas, buscan algo que en su cotidianidad no encuentran, ni podrían encontrar durante mucho tiempo. El sometimiento. Someter sin miramientos, (compro un balón, lo inflo o desinflo, pateo o pincho o lavo, a mi puro albedrio porque para eso es mío). Al pagar una cantidad, la carne, pasa a ser producto privado excelsio, sin derecho a reclamación. En la pareja habitual puede ocurrir otro tanto de lo mismo, pero la situación llegaría a hacerse insostenible, (uno de los orígenes de la violencia doméstica y de género es la fustración en torno a relaciones equívocas sexuales, detonante del "mía, como yo quiera o de nadie"). O sea, el varón podrá maltratar a su pareja pero la relación cárnica tendría fecha de caducidad, caducidad que no existe en la prostitución.

El caso es que el sometiemiento hace que se perpetúe una vieja fórmula que se aplica corrientemente en todas las interelaciones: el dominio como fuente de poder. La cuadrícula no es muy original: padre pater, clase social, (marginación, pobreza, obrera, media, riqueza, aristocracia), jerarquía laboral (peones, especialistas, oficiales, encargados, jefes), militar, y, cual pescadilla que se muerde la cola, otra vez familiar (pater, pareja, esposo, pater). Poder dominar el cuerpo de una mujer. Pagar para hacer, decir y comportarse como a uno le dé la gana. Satisfacer el instinto de macho expropiador y dueño, tanto de espíritu como de cuerpos.

En realidad y visto tal y como lo expongo, el sexo es sólo una excusa. Una excusa eléctrica y neurótica que camufla el poderío mental del comprador. Carne fresca con precio que devuelve al varón consumidor un viejo sueño subliminal: ser el rey de la manada. Sólo que esta manada es una manada secuestrada, manipulada, nada silvestre. Y en todo caso, una manada con signos de evidente explotación.