El carnaval, emergido como válvula de escape del paganismo, reconvertido en judeo cristiano, y, a la postre, absorbido e institucionalizado, no difiere de muchas de las fiestas de fin de semana en cualquier descampado o disco bar de moda. Salvo honrosas excepciones, (donde el show institucional también tiene cabida en forma de subvención, publicidad incluida), la fiesta de las máscaras no plantea, (si lo plantea es desaceleradamente), ninguna subversión del orden establecido.Primero porque las clases sociales están diluidas en un gran abanico denominado pomposamente clase media. La clase media trabajadora sostiene el estatus burguès, es correa de transmisiòn del ideal social establecido y cualquier reivindicación crítica tiene como punto de partida el individualismo y no el colectivismo.Tampoco los carnavales subvierten el estado carnal en modo alguno. Queda para otras èpocas la represión sexual pura y dura. No parece que la entrega al disfrute carnal, a la transgresión del orden sexual, alcance ningún excelso clìmax diferente al resto de los días del año. Si acaso es el único motivo de discordia entre carnaval y fundamentalistas eclesiásticos.Visto así, quedan las máscaras: un comercio redondo gira en torno al mundo del disfraz. Aquí vemos como la influencia mediática es clave en la cuestión. Ocurre que los disfraces no disfrazan. Se ofrecen como ganadores a la originalidad, como travestidos de correccciòn. Disfraces que nada ocultan y que mucho enseñan: Ayudan a la diversión, como a la diversión ayuda estar dos horas arreglándose delante de un espejo cualquier viernes antes de ir a la disco fashiòn de la zona de ocio de tu ciudad, (es otra forma de "ir disfrazado").Al final queda el alcohol. Acelerador de la personalidad y de la desinhibición es el detonante de la euforia. Como cualquier otro día del año, como en cualquier otro evento cotidiano. Nada nuevo bajo el sol, carnaval comercial, absorbido por las autoridades, controlados por lo correcto, nada invertidor del respetuoso y cristiano orden que nos controla.