Pues acabado el trámite uno vuelve a casa con los calcetines mojados. La vida antisaludable me lleva a comer un pico de baguette con chopped mientras escucho en el transistor la muerte de Liz Taylor, mi chica compartida con Richard Burton, gata sobre el tejado de zinc. Bebo vino blanco barato. Vino fresco, destroza hígados, sube transaminasas y transporta ideas. Porque todo lo que ùltimamente rodea el círculo en el que me muevo, un círculo cuadrado con cara de idiota dispuesto para imbéciles crónicos, es negativo. Así, quitándome los calcetines mojados miro el dedo gordo sin uña, (pregúntenle a los moteros de verdad), hinchado, amenazando ácido úrico. Por eso busco en el congelador, y sin más, muerdo el bloque de hielo que sabe a langostino de ojos violetas, como Liz.