Para Genovés, un habitante del parque que duerme detrás de un busto y se resguarda de la lluvia metiéndose en una suerte de gatera con tejado de uralita, la realidad es el poso de la irrealidad. Bebe vino barato malo, pero no mucho, no es un indigente al uso. Comiendo queso y mortadela, una mañana de mariposas y olor a flor de almendros me comenta con tranquilidad: "triste vida la de los menesterosos. Entre la pobreza y la miseria sólo una ligera lámina invisible: mientras eres pobre y aguantas, la miseria intentará alcanzarte. Es cuestión de realidades e irrealidades". Genovés es un personaje curioso. Visto así, recién lavado, no parecería un abandonado de la sociedad. Pero lleva diez años en la calle, comiendo, durmiendo, leyendo y muriendo a retales, como si la vida no fuese con él. "Mira, es cosa de la realidad, repito. Son los planos físicos los que crean la circunstancia, los otros, los metafísicos o cuánticos juegan con la probabilidad, y eso hace desaparecer al mundo tal y como lo concebimos culturalmente. Yo estudié en una época de mi vida teorías filosóficas y físicas. Pero la calle me ha enseñado a distinguir lo inventado como concepto y el concepto mismo de inventar, miles de veces verás como se funde lo ocurrido con lo que ocurrió. Piensa un instante, ¿que comiste hace dos semanas?. Tallarines, Pero... ¿recuerdas la impresión que te dejaron?, no el sabor real, recuerdas que ocurrió, no como ocurrió. El recuerdo es penoso y las ciencias sociológicas y jurídicas se han encargado de domesticarlo. Es la única manera de conseguir la convivencia." Genovés levanta y se marcha, dice que tiene prisa, que caminará hasta la playa para conseguir alguna moneda. Cuesta abajo, altivo y meditabundo.