Es fácil alucinar entre referencias. Una extraña idea de De Azúa se enrosca esta mañana. Acaba obsesionándome por la simpleza de su exposición. Habla del movimiento de las hojas. La referencia visual lógica hace que entendamos que exista el viento. El viento agita las hojas de las acacias del jardín, que tintinean entre reflejos. Pero ¿esa constancia de lo invisible es real?, ¿y si tuvieran vida propia?. Las hojas convulsionan sobre las ramas mostrando el origen del árbol. Vida sin viento. ¿Acaso no inquieta la sospecha de la invisibilidad?, o ¿es más inquietante el conocimiento de movilidad de los seres inamovibles?. Siguen acacias y jazmines zarandeando hojas y ramas, bailando cortesmente entre ellas. ¿Estaban anoche ahí o avanzaron unos metros sin que mi memoria lo detectara?. Tomo té entre palabras y refresco dudas lavándome la cara. El agua cae envuelta en su natural movimiento gravitatorio.... sin constancia inmediata...