El edredón ha acabado revuelto y hecho un nudo, casi en el suelo. No me gustan los edredones. Uno ha pasado de la borra a la lana y de la lana a la fina pluma de pato mentiroso. Las plumas de los edredones son prefabricadas, (usted mezcla en fábrica silicoides, algodones, fibras y rellena cojines por doquier). Padecer fiebre sintomática tiene esas cosas. He soñado con piernas femeninas. Dentro de las fijaciones educativas uno es fetichista a su manera. Los tacones me dan igual, aunque sé que sostienen toda la base evolutiva del género femenino. Una vez en Bilbao dije algo parecido delante de un furibundo público femenino que casi me folla en sentido contrario. La horca en el cadalso, guillotina rosa, silla eléctrica en los cojones. Dos o tres salieron en mi defensa. Y apaciguaron el lenguaraz trotío que había ejercido. Metí la pata: los muslos de las mujeres, sus piernas, son anatomía vulgar, aunque para mí a veces, dependiendo de posturas o posturitas, sean lo máximo en la historia de la creación, el sumum de la belleza, el reflejo de que dios, para castigo de mi idiosincrasia atea, existe y copula copulandis.

La noche ha sido severa, todas las últimas noches son severas. Pesadillas, monstruos, mujeres araña y hombres vampiros, que me exigen para escribir. Mis amigos saben que soy hábil para describir a hombres y mujeres extraordinarios. Por ejemplo, la mujer meona en cluquillas. Tiene las órbitas de los ojos descompuestas, incisivos chorreando semen y el gesto retorcido. Es la antítesis de la belleza, personaje de Eco, groopie de Ariel Rot. Ciertamente, aún tengo fiebre...... y no se lo que digo, si digo, si decimos....