Como te digo, que cosa más bonita de entrada a juicio, cuanta señora guapa, cuanto señor perfumado, cuantos flashes y cámaras. Y ellos, Mari, ni te imaginas, cada vez que sonreía o reía, (no sé muy bien si rìe o sonríe) cómo se le veían los dientes, ni una caries, nada, guapísimo. Tiene arte y salero hasta par bajar del coche, parece, así tan alto y estirado, tan requeteafeitado, un actor de Visconti. Sí, hija, sí, Visconti, aquél italiano que... ¿rojo?, ah, pués no sé, Camps, Paquito, es como un galán de la dolce vitta. Pero Mari, lo que de verdad fué increíble, espectacular de espectáculo, fué la llegada de Costa. De repente el sol salió, que llevábamos una mañana de nubes raras. Y un rayo preciso iluminó su figura. Parecía el padre Damián pero en guapo. Que porte, que hombre, que finura. Saludaba y decía dos palabras y tres oseas, cuanta educación. Como te digo, cosa bonita la entrada a juicio. Lástima que enfrente un grupo gritaba insultos. Pero la representación de españa, los españoles decentes estábamos alli, como siempre Mari, con ellos, bien limpitos, que cosa.