Después de comer me ha dado un poco de hipo. Ya saben, el diafragma y la glotis jugando al corre corre que te pillo. Estaba leyendo las páginas de opinión de una revista. Lucas, que sabe de todo, se arrima a mi butaca y me dice que Charles Osborne, estadounidense, sufrió un gran ataque de hipo que le duró desde 1922 hasta el 1 de Mayo de 1991. Estuvo hipando contínuamente durante 71 años. La cosa empezó mientras sacrificaba a un cerdo. De algún modo su músculo diafragmático se disparó, y no cesó hasta 71 años después. Hasta 40 hipos por minuto tuvo el tal Osborne. Por otro lado, dice Lucas, se casó, tuvo hijos, y llegó a los noventa tacos, edad a la que sin duda no llegaré. Alarmado por la historia que me cuenta, me levanto, hago alguna flexión, bebo agua, y zás. Milagro, fuera hipo. Me siento con un palillo entre los dientes a intentar seguir leyendo y Lucas vuelve a la carga: ¿Sabes que Agatocle, tirano de Siracusa, murió atragantado por un palillo?. Lo miro de soslayo, dejo el palillo y, sin hacerle más caso me dispongo, esta vez sí a leer un artículo de opinión. Versa sobre la extraña muerte del pretor romano Fabio, atragantado con un pelo de cabra que flotaba en la leche que iba a zamparse. Glup.