La realidad supera muchas veces a la ficción. Las torres gemelas, por ejemplo, reventaron igual que revienta cualquier edificio en una película, además con dos aviones clavados en su tórax. La relación realidad- ficción supone un punto de inflexión en el pensamiento. (¿Como puede usted explicar que aquél brillo en el firmamento se produce porque hace doscientos millones de años hubo una explosión y ahora está viéndola tranquilamente mientras le pega al beefeater helado en transcedental meditación?).

Cierto es que la fabulación intenta transformar esa realidad, la mayor parte de las veces haciéndola lo suficientemente desagradable para que el espectador reaccione, sonríe o vomite, sude o ría, tiemble o padezca. Vienen estas divagaciones a cuento, cuando veo a millares de chinos atrapados en una autopista. Diez o doce días llevan ya, coche detenido y caravana infinita. Ipso facto recuerdo "La autopista del sur", un magnífico relato de Cortázar que llegó a ser film en el 67 merced a la labor de Godard. Weekend se intituló la cinta. Cuenta Cortázar en su ficción visionaria, el atasco enorme, infinito, en una autopista camino a París. La gente, durante un año intenta convivir. Afloran, por supuesto, los valores inacabables de nuestra condición, díganse estupidez, egoismo, muerte, celos, etc....

Ahora miles de chinos están atrapados en un relato, en un cuento corto que Cortázar escribió hace décadas, presintiendo el disparate de la fila de hormigas. Caminos de ciencia ficción convertidos en realidad obvia. La fila se mueve para producir otra fila. Autos, humanos, cárceles de convivencia. A derecha e izquierda, empero, existe la llanura, asolada, desolada, crestas o abruptez, montículo o cordillera. Nadie mira, nadie osa, nadie altera la conducta. Esa autopista sigue atrapada en las letras de don Julio.