Cuando uno se dedica a escribir, suelen leerte. Unos, conocidos, se dicen a sí mismo : voy a ver que coño dice el capullo èste, me lo imaginaba, siempre igual, en la Babia de las palabras y jodiendo al personal. Otros, también conocidos, opinan: lo haces bien, chaval, no sabía yo que con esa pinta de matón de barrio tú te dedicabas a escribir, incluso, según veo, tienes fases poéticas. Ay las fases poéticas. De adolescente, bachiller cotidiano, ya me costó alguna torta insolente: ¿apruebas?, ¿lees poesía?, ¿no serás maricón?. Y te zurraban, macarrillas de opereta. Cosas de los planes de desarrollo del señor Fraga, (la ciudad estaba haciéndose y se creaban ciudades dormitorios para que las familas inmigrantes cubrieran lo estipulado). En ese caldo, sopa de mezclas patrias, heredábamos los tics del nacionalcatolicismo moribundo y la iracundia del movimiento antifascista.

A lo que iba: uno escribe. Ficción, realidad, crónica, crítica... no sé, uno escribe. Y te aplauden, que hombre más majo, y te odian: usted es un rojo acéfalo.... Métase con la Pasionaria y deje a Sonia en paz, (sic). Hace nada, un señor pseudónimo, un anónimo, tanto dà, clama la horca y el patíbulo porque dice que yo digo, que lo digo, que los polis antidisturbios tienen serrín en el cerebro. Serrín de aglomerado malo, que es el peor de todos los serrines, pués si se te mete por la bragueta te pican los huevos una semana. Intuye delito cuando fantaseo dando un palo a una de esas cabezas.

No tema el pseudónimo anónimo, señor de todos los circos: son imaginaciones, sueños, igual que el jefe de los drugos en La naranja Mecánica de Anthony Burgess fantaseaba con sus cosas violentas. Pero no pasa nada, porque en lo del serrín no fantaseo, ni en lo de los fascistas que buscan imperio, ni en las apestosas letras que otros sueltan en sus blogs, ni en las paranoides ideas dignas de El Alcázar y Pedrín, (ostras) que sustentan. Ni por supuesto, en la basura que, sin más, como ejemplo del neoliberalismo carcamal, suelen exponer. Amigo anónimo: que le den, a usted y a su cadalso.