Una de las aficiones del Papa de Roma, amén de los zapatos, (caros y de marca), es la recuperación de los movimientos más reaccionarios dentro del mundo católico. Como la gran excusa de los religiosos es el perdón del pecado, (pecado es un término exclusivo de las religiones que define la rebelión contra la norma establecida dentro de la propia creencia), se pasan por el forro el propósito de enmienda.

Seamos sinceros: aquí hay cantidad de hijos de puta en su vida civil cotidiana que acude a misa un domingo a darse golpes de pecho y que sale puro y limpio después de la confesión para seguir siendo un hijo de puta, (psiquismo). El Papa de Roma perdona de su pecado a negacionistas del holocausto, concretamente al recién rehabilitado obispo Williamson, lefebvriano de pró, y convencido defensor de la psicopatía nazi. Como no podía ser menos, también excusa a la hermandad de San Pio X, grupo que se largó de la iglesia en los años ochenta y que rechaza el proceso evolutivo del clero.

Perdonar a los negacionistas es tarea ardua. Aznar por ejemplo, y sus Faes perdonaron a un tipo llamado Pío Moa, antiguo topo del grapo, y escoria habitual en el análisis histórico. Moa niega muchas cosas. Las mismas que Losantos, Vidal y otros del montón. Tienen suerte pues tarde o temprano, en caso de haber incurrido en pecado, (venial y mortal, dos categorías que elegir en el escalafón) serán perdonados por el Papa aficionado a las marcas de zapatos. Es sabido que el predecesor en la cúpula vaticana se fustigaba para purgar sus pecados, (la componenda traumática de romper la norma, por ejemplo una erección, provoca deseos masoquistas: la limpieza del alma mediante la sangre), asunto que le supuso muchos más votos para su santificación. Quizás Ratzinger no se fustigue, pero usa su poderosa atracción hacia los grupos ultraconservadores internacionales para protegerlos de todo mal. Pecado de pecados, el negacionismo, el revisionismo y el fundamentalismo andan de la mano en sacra cruzada.