Tumbonas y cremas. Sombrillas multicolores, agua que entra y sale. Los bañistas se agolpan siguiendo el rito de la manada. Un chico menor, desde una plataforma de baño, hace gesto a los salvavidas. En un rato las zodiac de protección civil y cruz roja arañan el ligero oleaje. Ha aparecido un cuerpo flotando. Está hinchado y boca abajo. Al momento, muy cerca de allí, casi en la misma orilla, aparece otro cadáver. Y otro más a los pocos minutos. Así hasta cinco. La policía local y guardia costera precinta una zona. Los cinco cadáveres han sido alienados sobre el rompiente. A uno le falta media cara, posiblemente picada y comida por peces. Tienen aspecto africano, quizás subsahariano. Parece obvio que naufragaron en alguna patera. O que cayeron al mar. O los echaron sin más. Alrededor de la escena juguetean niños en bañador comiéndose un bocadillo. La gente se agolpa en corro. Que lástima, exclaman. Otros, desde la tumbona, contemplan la escena mientras leen una revista.

Los cuerpos ahogados permanecen casi dos horas allí. El forense ha de hacer presencia y parece que le incomoda la arena. De vez en cuando una pelota playera, frágil y azul, vuela hacia la zona. Un chico de la cruz roja la devuelve a sus dueños. Al final se llevan los cadáveres en camillas, envueltos en sudarios blancos. Los empleados de la morgue sudan cagándose en la puta. Hace mucho calor. Después de recoger las cintas y volcarlas en una papelera, el público vuelve sin más a la zona de baño.