Leyendo al maestro Julio Camba, cae en mis manos una historia escrita en 1934, contada de tirón y que bien merece ser recordada. Se dice que defendiendo una proposición para abolir la pena de muerte por cobardía en tiempo de guerra, el señor Morrinson contó en la cámara de los comunes lo siguiente : "Después de dos días de privaciones, un sargento inglés y cuatro soldados, separados completamente de su ejército, decidieron alcanzar las líneas enemigas y rendirse. En el camino se encontraron a cuatro soldados alemanes capitaneados por un suboficial, y, al levantar las manos ante ellos, vieron, con la natural sorpresa, que los alemanes, a su vez, levantaban las suyas. Los alemanes también querían rendirse, y, ya en un solo grupo, alemanes e ingleses se jugaron a cara o cruz el ejército ante el cual harían su rendición colectiva. La cara era el ejército británico y la cruz el alemán, y, como ganó la cara, el sargento inglés, en vez de entregarles cuatro ingleses a los alemanes, les entregó cuatro alemanes a los ingleses, hecho que fué considerado heroico y que le valió una condecoración."

Cuento casi literalmente lo que cuenta Morrinson y leo en Camba, porque la línea entre cobardía y valentía, heroismo y huida, deserción o compromiso es fina y afilada, una suerte de match point. Si lo piensan seriamente fué una moneda, la fuerza gravitatotia, la velocidad del impulso, la temperatura, el viento potencial y hasta la humedad relativa del aire, lo que marcó el detino de aquellos hombres. Lo cierto es que dos grupos de soldados con los brazos en alto creyeron que el azar era mejor que la muerte. Pero... ¿y si el azar fuera la muerte misma?