Se abre la veda: conejos, liebres, perdices o codornices. Todos al zurrón. La escopeta nacional, alto o dis-pam-pam-paro. Directores con bigotillo facha, señoras con el culo gordísimo, prevaricadores, mafias organizadas, falangistas de medio pelo, tecnócratas de pelo entero. A correr por el campo que la vida es bella, además los jabalíes bajan a los basureros de las ciudades, tiro fácil, diana exclusiva. Si disparan a la cabeza procuren no dañar en demasía a la bestia, es más, eviten puntos explosivos, heridas catastróficas. La razón es simple, hay que conservar las piezas, el taxidermista espera venados, caza mayor, cadáveres sin corazón, (que se lo coman coño), leones, leopardos, elefantes o jirafas. Todo es libre, nadie pone ventanas al valle ni jaulas a las fieras. Pueden cazar como les pase por el forro: matar mendigos, emigrantes, desahuciados, indignados, parados. Asesinen por un módico precio a intelectuales, actores, creadores, soñadores, transformadores. Maten, calumnien, difamen, extiendan su puerca voz por las llanuras, las oseras y madrigueras. Cojan el fusil de asalto, miren por el objetivo: reformas, recortes, privatizaciones, desfalcos, huidas, botines, deshielos, e intereses al por mayor. Arropen a los cazadores, ellos dividen el orbe, primer mundo, segundo, tercero, cuarto y subdivisiones. Ellos, mientras se enfundan en su traje azul, repiten que no existen las clases ni la lucha de clases ni las castas ni la lucha de castas. Ellos, cristianos de comunión diaria que corren con decretos al cinto dispuestos a partirle el espinazo a cualquiera que se menee. Se abre la veda: acudan facistorros, obispos, empresarios, periodistas ultras, banqueros, altos diseñadores, vengan ministros, príncipes, dictadorzuelos, jueces viejos, franquistas resucitados. La caza está servida.